La región Indo-Pacífico, la guerra de Ucrania y Europa

(Este es un post de 13 de febrero de 2023, que abre la serie sobre la región Indo-Pacífico)

En “La venganza de la geografía” el analista americano Robert Kaplan advierte que la geografía no cambia. Lo que cambia es la manera en la que la concebimos y ello no es neutro. En este sentido el profesor australiano Rory Medcalf, director de la Escuela de Seguridad Nacional de Camberra, subraya[i]  la relevancia de los mapas mentales en política internacional, y defiende el uso del término “región Indo-Pacífico”, como el marco objetivo más adecuado para describir dinámicas económicas y estratégicas, integradas, del Este de Asia y del Pacífico que gravitan en torno a China, y aquellas del Océano Índico que lo hacen alrededor de la India[ii]. El gobierno chino rechaza esa concepción de la región que incluye a su gran rival geopolítico en la región, India, y prefiere la denominación Asia-Pacífico.

A pesar del gobierno chino, la denominación de la región Indo-Pacífico se va abriendo paso en las cancillerías asiáticas y occidentales no solo como un marco descriptivo objetivo adecuado de análisis sino también como un marco estratégico, como anticipaba Medcalf en 2018[iii] que concilia dos principios: la incorporación de los intereses de China en un orden regional en el que se respetan los derechos y la soberanía de los demás, pero al mismo tiempo, cuando esto último no ocurra, se promueve la asociación de países afines para balancear el poder chino.

El ex Primer Ministro japonés Abe Shinzo, en un discurso histórico en el Parlamento indio en 2007, logró una ovación unánime a su discurso Confluence of the two seas, una idea que daría paso en 2017 a su estrategia de un Indo-Pacífico libre y abierto (FOIPs por sus siglas en inglés). Prueba del predicamento del término es el número de países que han adoptado una estrategia sobre la región. En 2013 Australia ya había definido la región Indo-Pacífico como su zona de interés estratégica en su Libro Blanco de Defensa. Aparte de Japón y Australia, la Casa Blanca adoptó una estrategia para el Indo-Pacífico en febrero de 2022, y le siguieron ese mismo año Canadá, y Corea del Sur, entre otros[iv].

En Europa quizás sea Francia, con sus territorios de ultramar en los Océanos Índico y Pacífico[v], el país más concernido y ya en 2018 adoptó su propia estrategia (revisada en 2021) centrada en el ámbito de la seguridad[vi]. Holanda y Alemania siguieron su ejemplo con documentos menos ambiciosos y más orientados a los ámbitos comerciales y multilaterales. Y finalmente la Unión Europea acordó en septiembre de 2021 su estrategia de cooperación con el Indo-Pacífico, que persigue una prosperidad económica inclusiva y sostenible, en línea con el enfoque empresarial que ha inspirado mayormente las relaciones de la Unión Europea con China en las últimas tres décadas[vii]. No obstante, se invita a China a adoptar una postura más conciliadora en la región y, a continuación, se señala que la UE cooperará con países afines para hacer frente a Pekín en terrenos en los que exista desacuerdo porque los intereses no coinciden o los valores, como los derechos humanos[viii].

La UE justifica la Estrategia en el creciente peso económico, demográfico y político de la región en el mundo y en relación con la UE. En ella se concentra el 35% del PIB mundial, del que la mitad se genera en China, (o el 60% si añadimos a EE.UU.), y 3/5 partes de la población mundial, erigiéndose el Indo-Pacífico en el centro de gravedad del planeta. El comercio entre la Unión Europea y la región representa el 70% del comercio mundial, y la UE es el primer inversor y segundo mayor exportador a la región. Además,la intensa competición geopolítica en la región, que genera encontronazos crecientes en torno a territorios y zonas marítimas, y se evidencia en su rearme (tres de los cinco mayores exportadores de armas se encuentran en la región[ix]) podría desembocar en un conflicto armado que afectaría la seguridad y prosperidad europea.

España, por su parte, tiene una escasa presencia en la región Indo-Pacífico, pero puede aprovechar la presidencia del Consejo de la Unión Europea en el segundo semestre de 2023 para reforzar su proyección en la región y promover inversión productiva, como defiende el Real Instituto Elcano[x].

Por su parte, la presidencia francesa del Consejo de la UE, iniciada en enero de 2022, apenas tuvo tiempo para impulsar la estrategia de la UE a través de un Foro Ministerial en París el 22 de febrero, que reunió a los 27 con 30 países socios de la región Indo-Pacífico,  entre los que no se encontraba China[xi] (tampoco Estados Unidos), con el fin de acordar una serie de proyectos conjuntos en los sectores de la seguridad marítima, ciberseguridad, conectividad, el Global Gateway.

Dos días después del Foro de París estallaba la guerra en Ucrania: el 24 de febrero la agresión rusa a Ucrania desencadenaba una guerra a gran escala, convencional y entre dos Estados, una guerra en el corazón de Europa. Los misiles rusos empezaron a caer en las ciudades ucranianas y los tanques rusos se aproximaron a la capital Kiev violentando la soberanía de un país vecino y amenazando a un presidente elegido democráticamente con la intención de colocar en su lugar a un gobierno títere afín al Kremlin. La agresión rusa a Ucrania ha dominado la política europea en el último año como ningún asunto lo hiciera en las últimas tres décadas.

La región Indo-Pacífico no es del todo ajena a la guerra de Ucrania. 20 días antes de la invasión el presidente Vladimir Putin visitó al presidente chino Xi Jinping en Pekín, en los prolegómenos de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, para recabar el beneplácito de éste a la “operación especial” de Rusia en Ucrania; Xi le pidió que demorase la operación hasta después de la clausura de los juegos el 20 de febrero. En un comunicado conjunto  del 4 de febrero, ambos mandatorios proclamaron la amistad “sin límites” entre China y Rusia, afirmaron su oposición a una ampliación de la OTAN, criticaron las interferencias de ciertos Estados que quieren imponer sus estándares democráticos a los demás, en clara alusión a Washington, y acordaron reforzar su cooperación en el terreno político, económico y militar.

La agresión rusa a Ucrania ha agravado la situación de las relaciones internacionales en su conjunto, ha acelerado tendencias geopolíticas ya existentes, en particular, la creciente división del mundo en dos bloques, Occidente con el apoyo de potencias asiáticas como Japón, Australia, Nueva Zelanda, y Corea del Sur (el llamado por algunos Occidente Plus), y otro anti-occidental, con potencias revisionistas como China y Rusia a la cabeza que cuestionan.

China y sus vecinos en el Indo-Pacífico.

Antes del 24 de febrero, las relaciones entre China y sus vecinos empeoraban en un entorno geopolítico muy competitivo espoleado por unos desequilibrios de poder económico y militar cada vez mayores –las potencias medianas recelaban de la expansión económica de China, y de su rearme sin precedentes-, contenciosos territoriales en el Himalaya, Mar de China Meridional y estrecho de Taiwán, e intereses y sistemas de valores divergentes entre democracias vibrantes como la australiana, surcoreana, y japonesa y regímenes autoritarios –el chino y el norcoreano. Además, China mostraba su músculo militar, cada vez con mayor frecuencia, para avanzar sus intereses en la zona, como se evidenció en la guerra fronteriza con India en 2020 o en la presión militar in crescendo sobre Taiwán.

El respaldo chino a la agresión rusa a un país más pequeño ha agravado considerablemente las percepciones de inseguridad de los vecinos de China. Se ha extendido la sensación de urgencia de una guerra en un horizonte no muy lejano, como señaló el Primer Ministro Japonés Kishida Fumio a mediados de junio en la Conferencia de Seguridad de Singapur. Tres meses después estallaba una nueva crisis en el Estrecho de Taiwán[xii], que pudiera haber derivado en un conflicto armado[xiii]. A diferencia de la crisis de 1995 los Estados Unidos no despacharon dos portaaviones al estrecho para desactivar la presión militar china sobre la isla[xiv].

Algunos países asiáticos, como Indonesia, temen, por su parte, que una guerra acabe con las buenas expectativas de desarrollo económico para la región.

China vs Estados Unidos. 

En 2021 la administración Biden continuó y profundizó en la política antagonista emprendida por la administración Trump hacia China que se materializó en guerras comerciales y tecnológicas con el gigante asiático. A diferencia del presidente Trump, la administración Biden se ha mostrado más sensible al SOS de sus aliados asiáticos, fomentando una cooperación política más estrecha con las potencias medianas de la región –India, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda para contener[xv] el empuje chino, de los cuales el cortejo de la India, si fructifica, sería el que más impacto tendría en la correlación de fuerzas.

China resiente esa política de contención, acusa a Washington de pretender cortocircuitar su desarrollo y prosperidad económica, a través de la política industrial estadounidense que riega América con subsidios y créditos fiscales, y de las limitaciones crecientes a la exportación de tecnologías a China, y apuesta por la autosuficiencia económica.

China se ha convertido en un defensor de la Globalización, de la cual fue el país más beneficiado, y que se encuentra en retroceso (“slowbalizacion”). La pandemia COVID 19 aceleró una tendencia anterior en la que las grandes multinacionales se orientaban a la diversificación de proveedores para resolver los problemas de suministro de las cadenas globales de producción en los momentos más álgidos de la crisis sanitaria. A medida que se ha ido enrareciendo el clima internacional, Estados Unidos y Occidente no sólo han apostado por políticas industriales de signo proteccionista –como continuación a las guerras comerciales-, también están promoviendo la diversificación comercial a países como India y Vietnam, lejos de China (el desacoplamiento económico).

La agresión rusa a Ucrania ha añadido un elemento adicional de conflicto entre China y Estados Unidos, por cuanto la administración Biden lidera el frente occidental de apoyo militar a Ucrania y sanciones a Rusia, mientras que China y Rusia profundizan en su asociación estratégica  sustentada en la sintonía de sus líderes que comparten la hostilidad hacia un orden internacional liberal dominado por Estados Unidos, unos regímenes políticos autoritarios muy sensibles a interferencias extranjeras, y unos intereses económicos complementarios –Rusia suministra energía a una China muy dependiente del aprovisionamiento externo para su desarrollo económico[xvi].

Aunque China, consciente de su interdependencia económica con EE.UU., ha pretendido hacer control de daños, Xi Jinping debe considerar que a la larga el enfrentamiento con Estados Unidos es inevitable y, por tanto, requiere cubrirse las espaldas en el norte para actuar en el sur, por lo que ha mantenido un apoyo casi incondicional a Putin en Ucrania. La confianza entre China y Estados Unidos está rota, ambas superpotencias libran una guerra fría que se escribe en círculos académicos como “la trampa de Tucídides” (por ejemplo, en “Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap?” del politólogo norteamericano Graham Allison de Harvard).

China – Unión Europea – Estados Unidos. 

Antes de la guerra las relaciones de Bruselas con Pekín no atravesaban su mejor momento: prueba de ello fue que en 2019 Bruselas empezó a denominar a China como un rival sistémico. A la UE le han incomodado en los últimos años las prácticas chinas de intimidación económica, siendo el último ejemplo la coerción económica ejercida sobre Lituania a raíz del permiso de este país a Taiwán para abrir una Oficina de Representación en Vilnius[xvii]. China ha bloqueado el 90% del comercio con ese país y ha castigado a aquellas empresas europeas que comercian con Lituania. También preocupaba en Bruselas la vulnerabilidad de algunos sectores estratégicos a las inversiones chinas, así como la represión china de las minorías uigur y tibetana.

Con estos mimbres, antes de la guerra, la UE y China se impusieron sanciones mutuamente y suspendieron la ratificación del Acuerdo de inversiones China-EU (CAI, por sus siglas en inglés) firmado en diciembre de 2020. Aunque Europa recelaba del creciente poder de China en Asia todavía trataba a China como una tierra de oportunidades principalmente. Al mismo tiempo, la Europa continental se afanaba por reafirmar una autonomía estratégica entendida como neutralidad respecto a la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos.

Por su parte, China pecaba de exceso de confianza y, a pesar de la salida del aislacionista presidente Trump de la Casa Blanca, descartaba una mejora de la coordinación de la Europa continental con la nueva administración de Joe Biden (a juzgar por la portada del diario nacionalista chino Global Times del 3 de diciembre de 2020).

La crisis de Ucrania ha empeorado la percepción europea de China porque el respaldo chino a Moscú agrava la amenaza rusa para la seguridad europea –el descontento con Pekín es especialmente creciente entre los países bálticos y de Europa central, a excepción de Hungría. Abandonada la pretensión inicial europea de convencer a Xi Jinping para que moderase el ardor belicista de Vladimir Putin, en una Cumbre Virtual de abril pasado que Josep Borrell calificó como “diálogo de sordos”, la expectativa ahora es que Pekín se abstenga de ayudar militarmente a Moscú.

China, por su parte, ha pretendido controlar los daños derivados de su alineamiento con Rusia despachando a delegaciones a los países de Europa del Este más afectados por la amenaza rusa en Ucrania y reforzando las relaciones bilaterales con los países grandes de la UE (Alemania, Francia), al tiempo que intentaba meter una cuña entre la UE y EE.UU. utilizando todos sus altavoces diplomáticos y mediáticos para convencer a las opiniones públicas europeas de que Europa pagaba cara la guerra de Ucrania y Estados Unidos era el gran beneficiado.

Ello no ha impedido el acercamiento de la Unión Europea a Estados Unidos, a raíz de la Guerra de Ucrania, redundando en el refuerzo de un Occidente al que se la prensa china todavía se afana en mostrar en decadencia. Los aliados se han coordinado bien para frenar a Rusia en Ucrania, a través de la OTAN –refuerzo del flanco este y ampliación en curso a Finlandia y Suecia, duras sanciones a Rusia, y el envío de ayuda militar a Ucrania, clave junto con la determinación del pueblo ucraniano para resistir las acometidas rusas.

Una derivada de la guerra de Ucrania ha sido la aceptación progresiva en la Europa continental de una parte del relato estadounidense respecto a China y al Indo-Pacífico[xviii]: aquella ha asumido los vasos comunicantes entre una China más poderosa y asertiva en la región Indo-Pacífico y una Rusia agresiva en Europa del este, y por tanto, la necesidad de abordar conjuntamente ambas amenazas. Prueba de ello es el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado en la Cumbre de la Alianza en Madrid en junio pasado[xix] en el que China se concibe como un desafío sistémico para la seguridad euro-atlántica, algo impensable antes de la guerra porque los europeos nunca antes lo hubiesen aceptado.

El nuevo escenario internacional creado por la agresión rusa a Ucrania y la asociación estratégica entre Rusia y China justifica sin duda la revisión pendiente y anunciada de la Estrategia Europea de cooperación con el Indo-Pacífico de septiembre de 2021. Es muy probable que esa revisión supere la línea plana empresarial inherente a la estrategia actual e incorpore un enfoque más estratégico en el que la Unión Europea debería actuar como un actor geopolítico en la región Indo-Pacífico[xx], intentando influir en la evolución de los acontecimientos y posturas de China y sus vecinos, para proteger sus intereses, con todos los medios e instrumentos a su alcance, principalmente el volumen del comercio con la región –las dos regiones alcanzan el 70% del comercio mundial de bienes y servicios-un cambio que ha ganado peso en los gobiernos europeos en el nuevo escenario pero que ya se reclamaba por algunos antes de la guerra. China es el primer socio importador de la UE y ésta en los últimos años ha superado a EE.UU. como primer destino de las exportaciones chinas.

Por tanto, palancas existen a disposición de la UE. El coste de una actuación más estratégica –la posibilidad de represalias y coerción económica por parte de Pekín– no debieran en principio disuadir a la UE a la hora de actuar más estratégicamente en la región – los países asiáticos que mantienen relaciones económicas muy estrechas con China han sufrido estas prácticas y han sobrevivido, Japón es un adalid de un Indo-Pacífico libre y abierto que tanto molesta a China a pesar de la interdependencia económica y comercial con el gigante asiático[xxi].

La nueva estrategia de Alemania con China, que se hará pública en las próximas semanas, seguirá probablemente esta línea: según ha trascendido, la estrategia apostará por la diversificación y la reducción de dependencias comerciales con China, así como el refuerzo del control de las trasferencias de tecnología a China y de las inversiones chinas en infraestructuras críticas (puertos). Teniendo en cuenta el peso de Alemania en la UE y en las relaciones con China el enfoque alemán será un factor decisivo en la revisión pendiente de la estrategia europea.

Por último, no todo son buenas noticias en las relaciones euro-atlánticas. La política industrial de la administración Biden está tensionando las relaciones comerciales con la UE: las ayudas masivas aprobadas en tres leyes emblemáticas en el Congreso buscan reindustrializar América, y recuperar la primacía industrial que EE.UU. cedió a favor de China hace una década; están orientadas a inversiones en infraestructuras, tecnologías limpias, y semiconductores, y los condicionantes que las acompañan (por ejemplo, las baterías deben ser producidas en América) ya han generado encontronazos con aliados como Corea del Sur y la Unión. No es la única discrepancia reciente. Todavía se recuerda el desplante para Francia y la UE que representó AUKUS[xxii].

En las próximas semanas y meses iremos compartiendo una serie de artículos sobre la región Indo-Pacífico, en los que profundizaremos y ampliaremos algunas de las cuestiones que hemos delineado en este primer post. Nuestro afán es divulgativo: la región ha sustituido al Atlántico como centro de gravedad económico y geopolítico, y a pesar de ello, los europeos seguimos desinteresados e indiferentes hacia el Indo-Pacífico[xxiii]; éramos  indiferentes antes de la guerra de Ucrania, más en las circunstancias actuales de Guerra en Europa que nos absorbe por su proximidad geográfica –omnipresente la geografía en nuestra forma de entender el mundo.

En particular, trataremos:

  • El ascenso de China: la expansión económica.
  • La modernización militar de China.
  • Xi Jinping
  • Las percepciones del poder chino entre sus vecinos. Los nuevos alineamientos geopolíticos en la región Indo-Pacífico. Japón. Corea del Sur. ASEAN. Australia.
  • La rivalidad entre India y China.
  • Competición geopolítica entre Estados Unidos y China.
  • Taiwán y otros escenarios de conflicto.
  • Las opciones de la Unión Europea en la región.

[i] Escribe Medcalf que ”…words, maps and history can have material potency when it comes to the decisions, behaviour and interests of states in international relations. The maps in the minds of political leaders have real-world consequences for matters of diplomacy, economics, strategic competition, peace and war” y añade que los mapas mentales influyen en las decisiones, las agendas, y la asignación de recursos de estrategas y politicos. China and the Indo-Pacific: Multipolarity, Solidarity and Strategic Patience. Professor Rory Medcalf. Head, National Security College, Australian National University, 2018.

 

[ii] No obstante, el ámbito geográfico que comprende la región Indo-Pacífico no es una cuestión pacífica y las discrepancias de qué extensión geográfica se incluye en el mismo son notorias.

[iii] Citado más arriba.

 

[iv] En Reino Unido el documento publicado en marzo 2021 con el título Global Britain in a Competitive

Age (GOV.UK, 2021) es la revisión oficial integrada en materia de seguridad, defensa, desarrollo económico y política exterior presentada por el Gobierno del Reino Unido en la que se apunta al Indo-Pacífico como región estratégica prioritaria para el periodo denominado como “pos-Brexit”.

 

[v] Isla de Reunión en el Índico, y Nueva Caledonia, y la Polinesia Francesa en el Pacífico, con una zona económica exclusiva más grande que la de la Francia continental.

 

[vi] La postura de Francia es de recelo hacia China, mejor de mensajes mixtos. El ministro de Asuntos Exteriores de Francia Jean-Yves Le Drian señalaba  en la Asamblea Nacional a finales de 2020:

«To fully assume the competition with China, whose increasing military power, hegemonic aims and growing aggressiveness we see, including if necessary by military means, we want for our part to work on the construction of an alternative model to the Chinese model, fully respecting the sovereignty of our partners, with all the actors and countries of the Indo-Pacific,» he told the National Assembly in October. «It is a question of countering China’s strategy, which is often based on a façade of multilateralism and consists of trapping each of the states in this region in an asymmetrical face-off.»

 

[vii] Ese enfoque empresarial está asociado a la canciller Angela Merkel que durante sus 16 de gobierno impulsó una política que entendía China como una tierra de oportunidades para las empresas alemanas y un socio en asuntos medioambientales anticipando que el desarrollo económico integraría a China en el orden internacional liberal. En el corto-medio plazo se relativizaban las violaciones de derechos humanos. Es una política muy similar al enfoque flexible seguido por Alemania con la Rusia de Vladimir Putin. El resto de países de la UE, especialmente en la Europa Occidental, compraban este marco conceptual.

 

[viii] En la página 4 de la Estrategia se señala que: “The EU will also pursue its multifaceted engagement with China, engaging bilaterally to promote solutions to common challenges, cooperating on issues of common interest and encouraging China to play its part in a peaceful and thriving Indo-Pacific region. At the same time, and working with international partners who share similar concerns, the EU will continue to protect its essential interests and promote its values while pushing back where fundamental disagreements exist with China, such as on human rights”.

 

[ix] India, China y Australia según SIPRI Yearbook 2022

 

[x] España ha nombrado recientemente un Embajador en Misión Especial para el Indo-Pacífico.

 

[xii] La isla de Taiwán, reclamada por el gobierno chino como parte irrenunciable de China, es una democracia avanzada y una economía pujante –baste decir su papel crítico en el abastecimiento de semiconductores de última generación. La empresa taiwanesa TSMC controla el 90% del mercado de los semiconductores de última generación (de 10nm o menos, o lo que es lo mismo 10.000 veces más finos que una hoja de papel). Sus semiconductores resultan indispensables para las grandes tecnológicas APPLE o ALIBABA, la aviación civil de Estados Unidos y la industria de defensa estadounidense y china, en definitiva, para Estados Unidos y China, y la economía global. Los políticos taiwaneses conciben la producción local de semiconductores como el mejor seguro contra las ambiciones chinas, aunque también está en marcha un proceso de deslocalización de la producción a países de la región Indo-Pacífico como Japón e incluso a Estados Unidos. 

[xiii] El panorama de seguridad en la región se complica debido a la ausencia de un foro regional parecido a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa que pueda encauzar la resolución de discrepancias y conflictos entre Estados.

[xiv] La modernización militar de China, incluyendo la construcción de la armada más grande del mundo y de capacidades anti-acceso y de negación de área (A2/AD por sus siglas en inglés), orientadas a dificultar u obstaculizar la proyección de fuerzas militares extranjeras y limitar su libertad de movimientos en el teatro de operaciones del Asia/Pacífico, plantea el desafío más poderoso a la primacía militar de Estados Unidos en el Pacífico desde la II Guerra Mundial. Para muchos analistas Estados Unidos ha perdido esa primacía militar, incluso el balance más probable de una guerra en el estrecho de Taiwán sería un resultado favorable a China.

[xv] La contención de China constituye una prioridad estratégica que cuenta con el respaldo de demócratas y republicanos, aunque en un escenario tan polarizado como la política norteamericana en la actualidad, con unas elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, la cuestión china corre el riesgo de politizarse y dejar de ser una cuestión de Estado.

 

[xvi] La ventaja del aprovisionamiento de gas y petróleo rusos no es solo una cuestión de precio, es también la seguridad de los gasoductos y oleoductos conectan a los dos países directamente por tierra, a diferencia de la ruta marítima que canaliza la mayor parte del suministro energético y que es vulnerable al cierre del Estrecho de Malaca en una situación de crisis internacional. 

 

[xvii] Corea del Sur, Australia, en menor medida, Japón, países con dependencias económicas relevantes respecto a China, ya han sufrido en sus carnes la ira china que se materializó en bloqueos comerciales a las importaciones y exportaciones de mercancías. 

[xviii] Veremos cómo encajan las capitales europeas su apoyo a posiciones más asertivas con China, en sintonía con su aliado estadounidense, con el propósito de dotar a la UE de autonomía estratégica para tomar las riendas de su propio destino. Ciertamente, la agresión rusa a Ucrania, la asociación estratégica entre Rusia y China, y el enquistamiento del conflicto entre China y Estados Unidos estrechan a corto plazo el margen de los europeos, dependientes por el momento del paraguas de seguridad estadounidense, para dotar de contenido propio ese discurso, aunque al mismo tiempo la guerra en Europa pudiera ser un argumento para que la UE no se dejase arrastrar a una guerra en Asia. En todo caso, a largo plazo el único camino es voluntad política integradora y medios presupuestarios adicionales para construir la defensa europea común que es imprescindible para tener voz propia y defender los intereses europeos.

 

[xix] En él se señala lo siguiente –el resaltado en negrita es nuestro-:

“13. Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores. La República Popular China emplea una amplia gama de instrumentos políticos, económicos y militares para ampliar su presencia en el mundo y proyectar poder, al tiempo que mantiene la opacidad sobre su estrategia, sus intenciones y su rearme militar. Las operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas de la RPC y su retórica de enfrentamiento y desinformación van dirigidas contra los Aliados y son perjudiciales para la seguridad de la Alianza. La RPC aspira a controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras esenciales y materiales y cadenas de suministro estratégicos. Utiliza su ventaja económica para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia. Se esfuerza por subvertir el orden internacional basado en reglas, incluso en los ámbitos espacial, cibernético y marítimo. La profundización de la asociación estratégica entre la República Popular China y la Federación Rusa, y sus intentos de socavar el orden internacional basado en reglas, que resultan en el reforzamiento mutuo, son contrarios a nuestros valores e intereses.

14. Seguimos abiertos a un compromiso constructivo con la República Popular China que incluya el desarrollo de una transparencia recíproca con vistas a salvaguardar los intereses de seguridad de la Alianza. Trabajaremos juntos con responsabilidad, en nuestra condición de Aliados, para resolver los desafíos sistémicos que la RPC plantea a la seguridad euroatlántica y proteger la capacidad duradera de la OTAN de garantizar la defensa y la seguridad de los Aliados. Estimularemos nuestra conciencia compartida, aumentaremos nuestra resiliencia y nuestra preparación y nos protegeremos frente a las tácticas coercitivas de la RPC y sus esfuerzos por dividir a la Alianza. Defenderemos nuestros valores compartidos y el orden internacional basado en reglas, incluida la libertad de navegación.

 

[xx] El European Council on Foreign Relations (ECFR) sugería justamente un enfoque más asertivo para la UE en 2021 en la región en un estudio en el que se recogen las opiniones de actores relevantes en los 27 países de la UE en relación a la región Indo-Pacífico y el papel que la UE debería adoptar en la región. Por cierto, el estudio revelaba un desinterés generalizado en Europa hacia la región que se ha convertido en el centro de gravedad económico y geopolítico del planeta.

 

[xxi] Sin embargo, pesa mucho la proximidad geográfica en las estrategias firmes de Australia y Japón con su vecina China. A la inversa, Corea del Sur, un aliado de Estados Unidos, ha condenado la agresión rusa a Ucrania, pero se ha negado en redondo a enviar ayuda militar a Ucrania a pesar de tener una vibrante industria de defensa, capaz de producir armamento de calidad en un tiempo record a precios muy competitivos.

Por otra parte, no debemos de olvidar que, a diferencia de Australia, Japón, la falta de la unidad política en la Unión Europea en un ámbito tan ligado a la soberanía nacional como la política exterior y la seguridad y la defensa, compromete habitualmente las ambiciones de Bruselas.  

[xxii] El pacto militar entre las potencias anglosajonas –Estados Unidos, Reino Unido y Australia- anunciado en otoño de 2021, negociado en secreto durante meses, a espaldas de la Europa continental, por el que Australia renegaba de un contrato con Francia para la construcción de submarinos a favor de la construcción de submarinos de propulsión nuclear con tecnología punta estadounidense.

[xxiii] Ver nota más arriba sobre el estudio del ECFR.

Por La mirada a Oriente

Me interesa entender qué ocurre fuera de nuestras fronteras, analizar por qué ocurre y proyectar escenarios sobre qué puede pasar. Mi formación es multidisciplinar. Tengo un Grado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad de Londres - London School of Economics and Political Science. También soy licenciado en Derecho y Master en Estudios Europeos por el Colegio de Europa. Desde 2008 pertenezco al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y trabajo para la Administración General del Estado. Anteriormente trabajé más de ocho años en la OSCE, la Asamblea de la OTAN y varias misiones de Naciones Unidas, principalmente en los Balcanes y alguna en África.

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