La República Popular de China nos está acostumbrando a una nueva normalidad. En menos de un año el Ejército de Liberación Popular (ELP) ha bloqueado en dos ocasiones Taiwán, que reclama como parte de China, con ejercicios militares y lanzamiento de misiles sobre la isla. Estados Unidos, potencia garante del status quo y de la seguridad taiwanesa, advirtió a Pekín de las consecuencias desastrosas para su economía de un cambio por la fuerza del status quo en agosto pasado y de nuevo a principios de abril.
En la crisis del estrecho de Taiwán de 1995-1996, a la que nos referiremos después, el presidente Bill Clinton desplegó dos portaaviones en la zona, que disuadieron a los chinos de continuar con unos ejercicios militares menos agresivos que los actuales. ¿Qué ha ocurrido en el cuarto de siglo que media entre estas dos crisis que explique la contención ejercida por Estados Unidos en la actualidad?
El rearme chino proporciona una de las claves[i]. EE.UU. no está en condiciones de realizar una demostración de fuerza similar a la realizada en 1996 sin correr el riesgo de que los nuevos misiles chinos DF-21 y DF-26 hundan uno de sus portaaviones, según Graham Allison de Harvard[ii].
Pero el alcance del rearme puede ir mucho más allá de Taiwán porque China es una potencia revisionista con intenciones declaradas de cambiar el status quo. Al menos desde 2014, China ha declarado su oposición a un orden regional dominado por Estados Unidos y ha llamado a construir un orden regional que gire en torno a la máxima de «Asia para los asiáticos«. Todavía más, China es un gigante económico crítico de una gobernanza mundial asentada en valores liberales que busca forjar un orden internacional más a la medida del régimen autoritario comunista, y entiende que el «hard power» es imprescindible para alcanzar sus fines.
Dos dinámicas interrelacionadas pueden conducir a un país a rearmarse. Por un lado, la evolución del tamaño relativo de su economía: a medida que aumenta, también se incrementan los intereses que un país tiene que defender y los caudales a su disposición para invertir en capacidades militares de proyección de fuerza en el exterior. Y por otro, la competición geopolítica a la que se enfrenta, que se encuentra condicionada a su vez por el poder económico de los demás, la geografía, y la compatibilidad de intereses.
- Expansión económica e intereses globales.
En el post anterior de esta serie hemos tratado la expansión de la economía china en las últimas décadas: el PIB anual chino ha crecido una media anual del 9% elevando su peso en la economía mundial del 1,6% en 1990 a 18,4% en 2021, solo por detrás de EE.UU.

El país ha superado la pobreza endémica y generalizada, ha engordado su clase media ávida de consumo de tecnología, ocio y viajes, ha generalizado el acceso a servicios públicos básicos como la educación, se ha convertido en la pieza clave del orden económico y comercial mundial, la planta industrial por excelencia que más comercia con el mundo, gracias a su liderazgo en tecnologías verdes, bienes de consumo electrónico, sectores de vanguardia como el 5G o la Inteligencia Artificial. En definitiva, se ha convertido en una superpotencia económica, solo por detrás de Estados Unidos.

Con la expansión de su economía, China ha extendido de forma meteórica los intereses en el exterior que tiene que defender, y su salvaguardia se ha convertido en una cuestión de seguridad nacional, como veremos después. Es esencial, por un lado, para mantener el desarrollo económico y el pleno empleo que proporciona legitimidad a la autocracia unipartidista china. Además, esos intereses canalizan la influencia de China en el mundo y, por tanto, confluyen en la visión de gran potencia que tiene el presidente Xi Jinping.
De forma telegráfica vamos a referir esos intereses globales derivados de la expansión económica, que se suman a otros intereses históricos de China en el exterior como sus reivindicaciones territoriales en los mares de China:
- China es el mayor socio comercial de 120 países y el comercio representa casi el 40% de su economía en la actualidad (en 2006, el 62%).
- A pesar de la mejora de las conexiones terrestres, el transporte marítimo es responsable del movimiento del mayor volumen de mercancías en China: según UNCTAD, China posee la tercera flota mercante del planeta, sus puertos representan una tercera parte del tráfico de contenedores mundial, y su industria naval casi el 44% de la mundial. Todavía más, China ya cuenta con casi noventa puertos operados directa o indirectamente por empresas chinas, en los que puede repostar y avituallarse en tiempos de paz.
- China es un importador neto de energía y recibe el 80% de su petróleo a través del Estrecho de Malaca, como refleja la siguiente ilustración. Y, por otra parte, es un importador neto de alimentos y su mayor proveedor es Estados Unidos.

Fuente: Madi, I., Morales, L., Andreosso-O’Callaghan, B. (2022). China’s Rise in the Middle East: Fuelling a Tired Dragon?. In: Andreosso-O’Callaghan, B., Rey, S., Taylor, R. (eds) Sustainable Development in Asia . Contributions to Economics. Springer, Cham.Fuente: China’s Rise in the Middle East: Fuelling a Tired Dragon?
- El acceso a los mercados occidentales, a los recursos naturales y alimentos de África, Latinoamérica y Asia es vital para la economía china. Pekín necesita garantizar la seguridad del tráfico marítimo y de las vías de comunicación marítima críticas (o SLOC por sus siglas en inglés). A nadie le sorprende con estos datos la inversión en una armada moderna y potente para defender esos intereses comerciales.
- China compite con Japón por el tercer puesto en emisión de inversión directa extranjera, después de Estados Unidos y de la Unión Europea (sobre 145.000 millones de dólares en 2021, según UNCTAD, sin contar los 87.450 de Hong Kong)[iii]. Sus inversiones en terceros países, especialmente en África, están muy relacionadas con la energía y las materias primas, así como con su transporte.
- China se ha convertido en la última década en el mayor acreedor bilateral del mundo: entre 2010 y 2021 concedió nuevos préstamos por valor de 138.000 millones de dólares según el Banco Mundial, y ha desplazado a los países ricos del Club de París, que hasta principios del siglo XXI concentraban en sus haber la mayor parte de los préstamos a países del resto del mundo. De forma similar, China ha incrementado su tenencia de deuda pública de los países de ingresos bajos y medios de un 17% en 2010 a un 29% en 2021.
- China depende del acceso a tecnología avanzada como semiconductores y maquinaria de fabricación para mantener el dinamismo de su industria (en 2020, solo era capaz de fabricar el 16% de los semiconductores que consumía y demandaba el 40% de las ventas mundiales de semiconductores).
La expansión económica también ha dotado a las arcas públicas de recursos abundantes para invertir en un ambicioso plan de modernización militar. Como veremos más tarde en detalle China dispone del segundo presupuesto en defensa más grande del planeta, después de Estados Unidos.
No obstante, otros países conocieron largos periodos de crecimiento económico y no dedicaron una buena parte de sus recursos a armamento, por ejemplo, Alemania durante las últimas siete décadas antes del anunciado rearme alemán de marzo de 2022 (el llamado Zeitenwende) tras la invasión rusa de Ucrania. Por eso necesitamos analizar otra serie de factores más vinculados con la competición geopolítica que enfrenta un país.
2. Intensificación de la competición geopolítica: proximidad geográfica, desequilibrio de poder e incompatibilidad de intereses.
Al comienzo comentábamos que un entorno geopolítico muy competitivo puede empujar el rearme de un país. Esto ocurrecuando un país es muy sensible a la proximidad geográfica de la amenaza, existe un desequilibrio de poder con sus vecinos, y sus intereses son incompatibles.
2.1. Entre los factores de proximidad geográfica se deben resaltar las numerosas disputas territoriales de China con sus vecinos. China, el país con más kilómetros de frontera del mundo (22.722 km),mantiene disputas territoriales con una buena parte de sus vecinos del cual el más serio es el conflicto en torno a Taiwán para el que contempla una solución militar, si declarase su independencia, consciente del impacto que pudiera tener sobre los otros movimientos separatistas en el interior de la China continental -Tíbet y Sinkiang-.
China mantiene una disputa territorial con India, ambas potencias nucleares con ambiciones de liderazgo global. Las escaramuzas entre ambos se han acrecentado en los últimos años en la frontera de más de 3.000 kilómetros que les separa y en la que se disputan el control de al menos tres territorios (Aksai Chin y Arunachal Pradesh). Los problemas territoriales en el Mar de China Meridional le siguen en gravedad: el conflicto con Filipinas, Brunei, Vietnam, Malasia y Taiwán por el control de las Islas Spratly y con Vietnam por el control de las Islas Paracel, se agrava a medida que China construye más instalaciones militares en algunas de las islas que ha ocupado, desconociendo un fallo de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya que en 2016 dio la razón a Filipinas. Pekín también mantiene una disputa territorial con Japón por el control de las islas Senkaku en el Mar de China Oriental.

Fuente: El Orden Mundial.
A pesar de la distancia (6.700 millas separan a EE.UU. del Mar de China Meridional),Washington ha estado omnipresente en el Océano Pacífico, siendo la potencia dominante desde la II Guerra Mundial. El régimen comunista ha resentido la ubicuidad de Estados Unidos en el Pacífico, impidiendo el acceso de China a mares de aguas profundas así como la invasión y reincorporación de Taiwán. Para eso Washington utilizó el llamado “sistema de la cadena de islas”, un cerco geo-político ejecutado por medio de cordones insulares, gracias al sistema de alianzas de Estados Unidos en la región y a sus bases militares[iv].
2.2. Tratemos ahora los factores de poder económico relativo. A raíz de la apertura de China al mundo, el régimen comunista enfrentó un entorno internacional dominado por Estados Unidos especialmente a partir de la desintegración de la Unión Soviética. Con una economía diez veces más grande que la suya, Estados Unidos ejercía como potencia hegemónica y como policía mundial. Las guerras del Golfo, de los Balcanes, y la crisis del estrecho de Taiwán de 1995-6 evidenciaron el abismo tecnológico-militar del ejército estadounidense con respecto al Ejército de Liberación Popular (ELP). Todavía más, los países de su entorno, Corea del Sur y Japón, eran economías iguales o más grandes que la China –a partir de mediados de los años 1990 el PIB nominal chino logró distanciase del surcoreano, pero hubo de esperar a 2010 para sobrepasar a la economía japonesa[v].
El desequilibrio de poder en su contra aumentaba la ansiedad estratégica de la dirección comunista, recordándoles el siglo de humillaciones a manos de las potencias occidentales que siguió a las guerras del Opio del siglo XIX.
Existe coincidencia en señalar que los siguientes hitos militares habrían concitado el convencimiento en el régimen comunista de la necesidad imperiosa de emprender un programa de modernización militar:
- A pesar de la victoria sobre Vietnam en la guerra de 1979, los estadistas chinos reconocieron las debilidades de un ELP que actuaba de forma descoordinada, con equipo obsoleto, y fiaba su éxito a la superioridad numérica de soldados. La modernización militar fue una de las cuatro patas del plan de apertura y modernización del líder chino Deng Xiaoping.
- La Guerra del Golfo en 1990-1991 conmocionó a los chinos por la brecha tecnológica-militar que les separaba del ejército estadounidense, y fue el detonante de la estrategia militar de 1993 que ambicionaba un ELP capaz de luchar y ganar guerras regionales en el nuevo entorno tecnológico.
- La crisis del estrecho de Taiwán de 1995-1996. En un contexto de creciente desconfianza con las autoridades de Taiwán, a las que China acusaba de inclinaciones independentistas, y con Estados Unidos, al que reprochaba un cambio en su política en la cuestión de Taiwán[vi], el Ejército de Liberación Popular organizó maniobras militares, incluyendo un desembarco anfibio, pruebas con misiles y fuego real, para intimidar a los taiwaneses y mandar un mensaje de descontento a Washington.
El músculo militar que mostró Bill Clinton, mediante el despliegue de dos grupos de portaaviones en la zona, el USS Independence y USS el Nimitz (este último cruzó el Estrecho de Taiwán) frenó en seco a un Ejército de Liberación Popular que poco podía hacer, carecía de una armada y de misiles avanzados[vii]. Además, el presidente Lee Teng-hui, candidato del partido Kuomintang, fue reelegido por mayoría absoluta en las elecciones presidenciales de 1996. En principio, un fracaso político para China en los dos frentes, con Estados Unidos y con Taiwán.
2.3. Y por último, trataremos el factor de la incompatibilidad de intereses que se relaciona con las diferencias entre regímenes políticos democráticos y autocráticos como elemento catalizador de tensiones geopolíticas[viii].
La supremacía del Partido Comunista y la estabilidad del régimen han formado el núcleo del concepto de seguridad nacional que han manejado los dirigentes comunistas chinos desde la fundación de la República Popular de China en 1949. La apertura de la economía en la década de 1970 acrecentó los riesgos de penetración de ideas políticas ajenas al régimen, y los sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989, que acabaron en una revolución fallida, recordaron a la dirección comunista la necesidad de cortocircuitar a tiempo los desafíos internos a su control del Estado y de la sociedad.
La caída de la Unión Soviética en 1991 provocó un tremendo shock en Pekín, a pesar del distanciamiento de ambos desde el conflicto fronterizo de 1969. Estados Unidos, adalid de las democracias occidentales y potencia victoriosa de la Guerra Fría, comenzó a percibirse con recelo en China[ix]. Una cuestión recurrente en las críticas de China a Occidente ha sido su interferencia en los asuntos internos de China en defensa de los derechos humanos de tibetanos y uigures, comunidades que resisten la autoridad de Pekín y mantienen vivas opciones separatistas.
En las décadas precedentes, al gobierno chino le ha inquietado el éxito económico de las democracias vibrantes de su entorno (Japón, Corea del Sur y Taiwán) porque socavaba el argumento de las autoridades comunistas de que solo un régimen autocrático puede traer estabilidad y prosperidad a una sociedad[x].
Dedicaremos unos párrafos al impacto mayúsculo de la figura de Xi Jinping en la escalada de la competición geopolítica con Occidente. Cuando Xi Jinping asumió la secretaría general del PCCh en 2012 le preocupaba el futuro del régimen comunista, en un momento en el que los regímenes autoritarios unipartidistas caían como fichas de dominó durante la Primavera Árabe y las Revoluciones de Colores en Europa Oriental. Xi atribuía su caída a la corrupción y a la pérdida de control sobre el relato. A Xi le inquietaba que pudiera ocurrirle al Partido Comunista Chino algo parecido, puesto que esos males no eran ajenos al régimen comunista[xi]
El entorno internacional también presentaba oportunidades: la crisis financiera de 2009-2011 había debilitado a las democracias occidentales y apenas había salpicado a la economía china. El presidente Xi Jinping debió asumir que China contaba con la base económica necesaria para ser una gran potencia, y que, en un escenario de crisis en Europa y Norteamérica, había llegado el momento de China para reclamar más peso en Asia y en la política mundial acorde con su poder económico[xii].
En este contexto internacional favorable, Xi Jinping estableció un objetivo muy ambicioso en su primer discurso como jefe del PCCh: unir el partido y las etnias del país para alcanzar el “gran renacimiento de la nación china” (en 2049) y en ese momento la nación china sobresaldrá entre todas las naciones del mundo en determinación, poder y aportaciones a la humanidad. En los meses siguientes Xi Jinping, nombrado presidente del país en marzo de 2013, añadió que ese gran renacimiento pasaba por la creación de una “first-class army” capaz de ganar guerras. Esa visión de gran potencia también impregnó la política económica, a la que se dio un enfoque más geopolítico orientado a convertir expansión económica en influencia política y a alcanzar una autonomía en industrias críticas del futuro (véase post anterior de esta serie).
Desde 2012 Xi Jinping ha promovido un cierre de filas en torno al partido y a su liderazgo. Una campaña contra la corrupción en sus primeros años le sirvió para acabar con rivales como Bo Xilai y ganar popularidad. Xi Jinping ha desbordado el sistema interno de contrapesos en el PCCh que pretendía impedir la irrupción de un líder con poder ilimitado tan dañino como Mao Zedong. El 20 congreso del PCCh en octubre pasado evidenció, por un lado, el fin del sistema de liderazgo colectivo que gobernó el país durante los mandatos de los dirigentes Denz Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao, cuando este último fue forzado a salir contra su voluntad de la reunión. En ese congreso Xi colocó a leales en el Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano decisorio en China, y fue elegido para un tercer mandato, en contra de la limitación de dos mandatos que habían observado sus predecesores[xiii].

La concentración de todo el poder en manos de Xi Jinping ha redundando en un régimen comunista más autoritario, que concita todavía más nerviosismo y ansiedad entre sus vecinos, especialmente en los regímenes democráticos.
En el exterior, Xi Jinping ha buscado un orden internacional más conciliador con el régimen de partido único en China. Un orden internacional que no gire alrededor de los valores “occidentales” camuflados de universales (democracia y derechos humanos) y en el que la fuerza motriz sean el poder y las transacciones entre las grandes potencias. Una ONU que volviese a su misión originaria de garantía de la coexistencia pacífica entre Estados y que renunciase a la interferencia en los asuntos internos de los Estados en defensa de los derechos individuales. No obstante, apuesta por el mantenimiento de las instituciones que salvaguardan el libre comercio y el flujo de inversiones, que tanto le han beneficiado.
Con él al frente del Gobierno, China ha acelerado sus planes de modernización militar y ha conducido una política exterior más asertiva que ha agravado las tensiones geopolíticas con Estados Unidos y sus vecinos asiáticos.
3. La Estrategia Militar de China de 2015.
Hasta ahora hemos visto como el programa de modernización militar de China obedece a dos dinámicas complementarias. De un lado, el imperativo de defender unos intereses globales que China ha ido fraguando gracias a la expansión económica de las últimas cuatro décadas. De otro, un entorno post-Guerra Fría cada vez más amenazante en el que a los contenciosos territoriales históricos con sus vecinos se sumaban los desequilibrios económico y militar con Estados Unidos, potencia victoriosa de la guerra fría, y adalid de la democracia, que se ha ido percibiendo en Pekín como una amenaza principal para la continuidad del régimen comunista. Por último, la política de gran potencia de Xi Jinping ha azuzado aún más la competición geopolítica con Estados Unidos.
El régimen comunista recogió este análisis de la situación, así como los cambios de calado que la nueva situación exigía del Ejército de Liberación Popular, en un documento en el que merece la pena detenerse. Se trata del Libro Blanco con la Estrategia Militar de China de mayo de 2015 del Consejo de Estado, el máximo órgano del poder ejecutivo en China.
- A diferencia de documentos anteriores en los que abundaban las generalidades[xiv], en este documento el régimen comunista hace públicos detalles sobre las intenciones estratégicas del país así como las orientaciones del desarrollo del Ejército de Liberación Popular. Este Libro Blanco subraya el escenario internacional favorable a China que se presenta como una oportunidad única para el desarrollo del país, y evoca la confianza y el optimismo de sus líderes[xv].
- La Estrategia también recoge expresamente el concepto de seguridad nacional comprehensivo en el que ha profundizado Xi durante su mandato[xvi]: el núcleo medular sigue siendo la estabilidad del régimen y la supremacía del PCCh y las bases descansan en el desarrollo económico y la salvaguardia de los intereses en el exterior. El control social, la represión de protestas, la prevención de la infiltración de valores occidentales, y la modernización militar funcionan como garantías para evitar el peligro.
- Refiere en una primera parte las amenazas externas que enfrenta China: la política de “pivot to Asia” de Estados Unidos y su presencia militar en el Mar de China Meridional. A continuación, la modificación de la política de defensa de Japón durante la era del PM Abe Shinzo (2006-7 / 2012-20). Después los contenciosos territoriales con otros países y la reunificación de Taiwán. En una segunda parte, en el plano interno, los separatismos violentos en el Tíbet y en Xinjiang, y la eventualidad de una revolución de color. Por último, los intereses en el exterior (acceso y suministro de recursos naturales, las líneas marítimas de comunicaciones –SLOCs por sus siglas en inglés que garantizan la continuidad del comercio – y los activos y comunidades de expatriados en el extranjero).
- Una misión clave, señala la Estrategia, del Ejército de Liberación Popular es garantizar la supremacía del Partido Comunista Chino y la continuidad del socialismo en China. Ello implica un control más estrecho del partido sobre el Ejército de Liberación Popular. A continuación, enumera todas las tareas del ELP para afrontar las amenazas externas e internas a las que nos hemos referido anteriormente, incluyendo la defensa del territorio nacional, los separatismos, y la reunificación del país o los intereses globales de China.
- El Consejo de Estado chino establece un nuevo horizonte para el Ejército de Liberación Popular cuando advierte que China debe abandonar la mentalidad tradicional de que la tierra es más importante y otorgar una mayor importancia a la gestión de los mares y océanos y a la protección de los derechos marítimos e intereses de China en el exterior[xvii]. Este presupuesto explica la decisión estratégica del gobierno chino de potenciar la Armada (también el ejército del Aire) con la adquisición de las capacidades navales necesarias para operar en los océanos, más allá de sus costas.
- China reafirma en su estrategia la doctrina nuclear china de no primer uso en cualquier situación y circunstancias, y apuesta por la integración civil-militar.
El presidente Xi Jinping puso fechas a este programa de modernización militar en 2017: las fuerzas militares deberían alcanzar la mecanización plena en 2020, serían un ejército completamente moderno para 2035 y una “world class army” para 2049[xviii].
Posteriormente, el 14 Plan quinquenal de China (2021-2025) se inspira en el concepto de seguridad nacional comprehensivo y fomenta un proceso de “economic securitization” en respuesta a un entorno más amenazante. En conversaciones internas con dirigentes comunistas Xi Jinping proporcionaba el siguiente razonamiento geoestratégico para este plan: EE.UU. es la principal fuente de caos en el mundo y la mayor amenaza al desarrollo y seguridad nacional de China.
Interesa destacar dos elementos de este Plan Quinquenal. Por un lado, China pretende acelerar los planes de modernización militar y establece el objetivo de modernización del Ejército de Liberación Popular para 2027, en el centenario de su fundación. Por otro, alude al concepto de “circulación dual”, que apuesta por el dinamismo del mercado interno para atemperar la dependencia china de los mercados externos, junto con la necesidad de garantizar la autonomía tecnológica.
4. Medios, balance y alcance.
El gasto militar de China ascendía en 2022 a casi 292.000 millones de dólares, según una estimación de SIPRI, solo por detrás de Estados Unidos (casi 900.000 millones de $). Esto supuso un 4,2% más que en 2021 y un 63% más que en 2013. China gasta en defensa una cantidad similar al resto de países de Asia y Oceanía, y ha estado aumentando su gasto en defensa durante 28 años consecutivos.

No obstante, a pesar del discurso recurrente de las autoridades chinas que subrayan la modernización militar como un objetivo prioritario, diversos análisis advierten que el crecimiento anual del gasto militar ha venido siendo inferior al crecimiento anual de la economía china[xix]. De hecho, SIPRI estima que el gasto militar chino, en porcentaje de PIB, se habría ido reduciendo desde 1990, como se aprecia en la tabla siguiente, y estima que en 2022 alcanzó un 1,6% del PIB, una cuota inferior a la que dedica la India, Corea del Sur o Australia.

Además, si incluimos en la ecuación el gasto en I+D militar y utilizamos el indicador del Producto Interior Bruto (PIB) a paridad del poder adquisitivo en dólares internacionales, un indicador más certero según la CIA, el gasto militar chino representaría la mitad del estadounidense.
Por último, nos vamos a detener a comentar algunas cuestiones reseñables, sin ánimo de ser exhaustivos, a modo de balance de la modernización militar en China y de la estrategia militar de 2015:
- China cuenta con el ejército más grande del mundo con 2.035.000 soldados que ha sido dotado en los últimos años con un inventario cada vez más avanzado de armamento. Las reformas que arrancan con la estrategia de 2015 han priorizado la calidad sobre la cantidad, buscando un reclutamiento selectivo entre jóvenes diplomados universitarios capaces de gestionar la revolución tecnológica en marcha en el Ejército de Liberación Popular, según el Institut français des relations internationales. El ELP sigue arrastrando cuestiones pendientes relativas al entrenamiento y a la doctrina, según The Military Balance 2022 del International Institute of Strategic Studies. Además, el Ejército de Liberación Popular carece de experiencia significativa de combate reciente.
- China se ha convertido en una superpotencia marítima. Desde que la dinastía MING a finales del siglo XV[xx] renunciase al dominio del Indo-Pacífico que había ejercido durante la primera mitad del siglo, China ha sido fundamentalmente una potencia terrestre que carecía de una marina de guerra capaz de actuar más allá de la costa china. Sin embargo, la expansión económica sin precedentes de las últimas tres décadas ha creado una serie de intereses en el exterior, incluyendo el acceso a mercados extranjeros, su dependencia de los recursos naturales o la seguridad de las líneas de suministro y comercio, que China solamente podía defender apostando por la construcción de una marina de guerra capaz de actuar en aguas profundas.
- Coinciden los análisis occidentales[xxi] en la asombrosa transformación en muy pocos años de la Armada china: entre 2014 y 2018 China botó un número de buques de guerra con un tonelaje superior al de todos los buques botados por Francia, Alemania, India, Italia, Corea del Sur, España y Taiwán. En 2022 la armada china contaba con 351 buques de guerra operativos, 135 más que en 2005 (216) sin incluir los guardacostas. El incremento de 135 buques incluye, entre otros, 3 submarinos de propulsión nuclear, dos portaaviones (el tercer portaaviones “Fujan” estará operativo en 2024[xxii]), 15 destructores y 50 corbetas –para mayor información se puede consultar la tabla 1 en la página 8 de este informe.
- Todavía más, China ha sobrepasado a la armada americana en número de buques de guerra convirtiéndose en la mayor del mundo (351 frente a 294), si bien la armada norteamericana continúa siendo superior en capacidades y escala. [xxiii].
- China proyecta poder fundamentalmente en sus mares, especialmente en el Mar de China Meridional gracias a la construcción de bases militares en las islas Paracel (reclamadas por Vietnam) y en algunas islas Spratly (reclamadas por Filipinas, Brunei, Vietnam, Malasia y Taiwán). En el Océano Índico la armada china opera con regularidad misiones de 7 a 8 meses (recordemos que recibe el 80% de petróleo a través del estrecho de Malaca), habiendo sorprendido en 2014 cuando se presentó en el Índico sur para buscar a un avión malayo desaparecido. También ha comenzado a operar en el Atlántico Sur. La presencia y proyección de fuerza de China disminuye a medida que aumenta la distancia con la China continental.
- China recurre crecientemente a medios militares para imponer su voluntad en contenciosos con sus vecinos. En el Mar de China Meridional China no solamente ha ocupado y militarizado islas, como acabamos de comentar. Sus aviones militares penetran en el espacio aéreo de sus vecinos (el caso de Malasia) y sus barcos militares y civiles se presentan en las zonas económicas exclusivas de Indonesia. No obstante, la isla de Taiwán ha sido el objeto principal de las maniobras intimidatorias del Ejército de Liberación Popular: aparte de los dos bloqueos de la isla en agosto pasado y a principios de abril, en 2022 se contabilizaron 1.722 incursiones de cazas chinos en la zona de identificación aérea de Taiwán, el doble que en 2021.
- Como puntos de apoyo para su armada, desde hace años, el gobierno chino busca disponer de bases navales en las principales rutas marítimas. En los casi noventa puertos operados directa o indirectamente por empresas chinas, sus buques pueden repostar y avituallarse en tiempos de paz. Las bases navales le asegurarían la posibilidad de estacionar soldados y almacenar armamento, que pudiera requerir en caso de guerra.
- En 2017 Pekín negoció su primera base naval en Djibouty en el Mar Rojo, preocupándose de tranquilizar a Occidente sobre las intenciones pacíficas de China. En el último lustro, China se ha lanzado a una carrera indisimulada para asegurarse puertos seguros en los Océanos Pacífico, Índico, y Atlántico. Hasta ahora los logros han sido modestos: según The Economist China ha firmado un acuerdo secreto para utilizar una base naval camboyana y está construyendo en secreto una base naval en un puerto operado por una empresa china en los Emiratos Árabes Unidos. También ha tanteado a los gobiernos de Guinea Ecuatorial y Namibia.
- La reincorporación de Taiwán[xxiv] a la China continental, si es necesario por la fuerza, está detrás del refuerzo generalizado y meteórico de las capacidades anti-acceso y de negación de área de China (A2/AD por sus siglas en inglés), orientadas a dificultar u obstaculizar la proyección de fuerzas militares extranjeras y limitar su libertad de movimientos en el teatro de operaciones del Asia/Pacífico. Sin duda, China ha acelerado la inversión en estas capacidades para degradar la capacidad de proyección de fuerzas de Estados Unidos en la región, principal garante de la seguridad de Taiwán y del resto de aliados asiáticos[xxv].
- China contaría con más de 1.250 misiles balísticos y de crucero tierra – aire con un alcance entre 500 y 5.500 kilómetros, entre los cuales destacan los DF-21 y DF-26 bautizados como “carrier killers”. Este inmenso arsenal de misiles de medio alcance y de alcance intermedio aseguraría a China dos bazas en un escenario de guerra en torno a Taiwán o parecido en el sudeste asiático, según Graham Allison. De un lado, su empleo podría anular la utilidad de “la primera cadena de islas”, el cordón insular que forma parte de la estrategia americana para contener a China en sus fronteras e impedirle acceder a mares libres.
- De otra, este arsenal concede a China una ventaja para impedir o dificultar el eventual envío estadounidense de ayuda por mar a la zona de conflicto puesto que los buques serían objetivos durante días de travesía para los misiles chinos (desde San Diego al Mar de China Meridional se requieren entre 13 y 21 días de navegación para recorrer las 6.700 millas; desde Hawái entre 10 y 16 días de navegación para recorrer las 5000 millas que separan a la isla del Mar de China Meridional).
- Con este mismo propósito, el de romper el cerco geopolítico estadounidense basado en el sistema de la cadena de islas, China habría estado cortejando a los pequeños estados-isla del Pacífico Occidental para conseguir bases para su armada. En 2022, China consiguió firmar un acuerdo secreto con las Islas Salomón (Guadalcanal) que prevé la posible presencia militar de la armada y policía china, previa invitación del gobierno local. Micronesia ha resistido las presiones para firmar un acuerdo similar con China en tanto que Fiji ha denunciado un acuerdo que encomendaba a policías chinos la formación de su policía.
- Más allá del Pacífico Occidental, China ha fortalecido las relaciones de defensa con países que integran la Organización de Cooperación de Shanghái: con los países del núcleo originario (Rusia y las cinco repúblicas de Asia Central) y las ampliaciones a Pakistán e Irán (también se ha ampliado a la India, pero con Nueva Delhi mantiene una rivalidad histórica). El gobierno saudí ha decidido integrarse en la organización que tiene su sede en Pekín en medio de un estrechamiento de relaciones entre Riad y Pekín. Pakistán ha sido uno de los socios con los que China ha reforzado más la cooperación en los terrenos económico y militar desde el final de la Guerra Fría.
- La asociación estratégica[xxvi] entre China y Rusia sobresale por la intensidad de las relaciones en todos los terrenos (diplomático, político, militar, espacial, económico, energético) y avanza a pesar de la guerra de Ucrania, en la que Xi Jinping es el principal apoyo internacional del presidente Vladimir Putin. Está sustentada en la sintonía política de sus líderes, al frente de regímenes autoritarios, que comparten la hostilidad hacia un orden internacional liberal dominado por Estados Unidos, y recelan de las interferencias extranjeras en sus asuntos internos. Todavía más, hay una explicación geopolítica: Xi Jinping anticipa que a medio o largo plazo el enfrentamiento con EE.UU. es inevitable y, por tanto, requiere cubrirse las espaldas en el norte para una probable acción militar en Taiwán.
- A pesar de que los comunicados oficiales de ambos países se refieren a una amistad “sin límites”, no hay evidencias de ayuda militar china a Rusia, una línea roja para la Unión Europea y para Estados Unidos, que, de evidenciarse, pudiera provocar una ruptura de todos los puentes (que aún son muchos) que unen a la economía china con la europea y estadounidense. Todavía más, la desconfianza histórica y la creciente disparidad de poder entre Rusia y China probablemente entorpecerá la consolidación de esa relación.
- Por último, Rusia proporciona un apoyo inestimable a la expansión actual del programa nuclear chino, que Pekín quiere extender de 350 cabezas nucleares a 1000. Hace dos años sonaron muchas alarmas cuando se hicieron públicas unas fotografías de depósitos en construcción para albergar misiles con carga nuclear en el desierto en el oeste de China. Probablemente habrá fondo en estas especulaciones: por un lado, China limita con cuatro potencias nucleares: Rusia, Corea del Sur, Pakistán y la India, esta última su rival histórico. Y por otro, enfrenta un entorno geopolítico cada vez más tensionado en el que Estados Unidos y Rusia han denunciado los principales tratados de limitación de armamento nuclear y han reiniciado su rearme.
Vamos a concluir con unas consideraciones del alcance geopolítico del rearme chino, que añade músculo militar al poder económico y tecnológico acumulado durante décadas, diversificando así las fuentes de poder del régimen comunista y los instrumentos a su alcance para actuar en el exterior y forjar un orden internacional más sensible al régimen autoritario chino:
- Nunca antes en la historia de la humanidad un régimen autoritario había acumulado tanto poder económico, tecnológico y militar; probablemente tampoco antes de Xi Jinping un dirigente había concentrado tanto poder en sus manos.
- El rearme de China está transformando la correlación de fuerzas en la región Indo-Pacífico a su favor, planteando su marina de guerra el desafío más sólido al dominio norteamericano del Pacífico, una realidad incontestable hasta hace poco que se remontaba a la victoria sobre Japón en la II Guerra Mundial –el Pacífico nunca fue el teatro principal de operaciones en la rivalidad con la Unión Soviética-. La armada china no sólo se ha convertido en la más grande del mundo; inquieta especialmente la tendencia de construcción naval in crescendo: según el anuario Strategic Survey de 2022, las autoridades chinas encargaron a sus astilleros, entre enero de 2021 y julio de 2022, la construcción de 14 destructores y cruceros de misiles guiados, dos buques de asalto anfibio, y un submarino nuclear de misiles balísticos[xxvii].
- La coerción limitada empleada por Pekín en sus contenciosos territoriales obedece a sus tesis revisionistas y planes de alteración del status quo y azuza la competición geopolítica en la región Indo-Pacífico, centro de gravedad de la economía mundial. La reacción estadounidense también. Washington, armado con un inusual consenso entre republicanos y demócratas, se ha volcado en una estrategia exterior la contención de China, que Pekín percibe como un intento de cortocircuitar su progreso económico, especialmente sensible al “estrangulamiento tecnológico” al que la somete Washington.
- La transformación de China en un gigante económico ya despertaba un temor creciente entre sus vecinos, viendo a los chinos “tan pujantes y poderosos en tan breve tiempo”. El rearme chino ha provocado una alarma generalizada entre sus vecinos japoneses, indios, australianos y taiwaneses. A otros países del sudeste asiático (Indonesia, Malasia) les inquieta más que la rivalidad entre Estados Unidos y China dé lugar a un conflicto militar que arruine las buenas perspectivas de desarrollo económico de la región.
- Este entorno geopolítico tan competitivo y tensionado ha espoleado una carrera armamentística en la región Indo-Pacífico. En 2022, el gasto militar combinado de los países de Asia y Oceanía fue de 575.000 millones de dólares supuso un 2,7% más que en 2021 y un 45% más que en 2013. De otra parte, está estimulado el desarrollo de una cooperación militar y de nuevos alineamientos geopolíticos entre países afines como AUKUS o la revitalización de alineamientos existentes como QUAD, que buscan contrarrestar y frenar el empuje chino en el Indo-Pacífico.
En un post posterior nos ocuparemos de cómo se percibe el ascenso y rearme de China entre sus vecinos.
@LamiradaOriente
[i] El contexto internacional también importa. Hace 25 años los Estados Unidos eran la única superpotencia después de haberse impuesto a la Unión Soviética en la Guerra Fría y actuaban como policía mundial, como habían demostrado zanjando la guerra civil bosnia en Dayton en 1995 y expulsando al ejército iraquí de Kuwait en la primera guerra del Golfo. China luchaba por integrarse en la economía mundial y necesitaba el concurso de Washington. En la actualidad, el mundo está cada vez más dividido entre una China crecida por su expansión económica de las ultimadas décadas que habla de tú a tú a los Estados Unidos y apoya a Rusia en su invasión de Ucrania, y Estados Unidos que defiende el statu quo y lidera una estrategia de países del Occidente Plus para contener el auge de China.
[ii] Allison, autor del libro “Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap?” de 2017, acertó de lleno cuando en diciembre de 2021 anticipó una respuesta contenida de Estados Unidos a ejercicios militares del ELP que tuvieran como resultado el bloqueo de la isla. En agosto pasado, cuando China bloqueó Taiwán en protesta por la visita de la presidenta del Congreso de Estados Unidos a la isla, el presidente Joe Biden ordenó al portaaviones Ronald Reagan permanecer en la región, al este de Taiwán, para monitorizar la situación. Washington también protestó internacionalmente y amenazó a China con consecuencias graves para su economía. Mantuvo su participación en tres ejercicios militares programados para esas fechas con Indonesia (Garuda Shield 2022), con Australia, Japón, y Canadá (missile defence exercise) y con Japón (air drill), pero pospuso el ensayo de un misil balístico intercontinental previsto para esos días. En el bloqueo de este mes, Estados Unidos envió un destructor a la zona mientras que el único portaaviones que navegó las inmediaciones de Taiwán fue el chino Shandong.
Merece la pena consultar este artículo de Graham Allison, escrito con anterioridad a los dos bloqueos recientes de Taiwán, a pesar de algunas afirmaciones de apariencia exagerada sobre el final de la supremacía militar norteamericana. En él proporcionan una explicación plausible a un escenario de guerra limitada en el Estrecho de Taiwán en el que China se impondría a Estados Unidos. The Great Military Rivalry: China vs the U.S. Graham Allison, Jonah Glick-Unterman. Belfer Center for Science and International Affairs Harvard Kennedy School. Diciembre de 2021.
[iii] Para una panorámica, por países y regiones, de las inversiones chinas relacionadas con la Nueva Ruta de la Seda, se pueden consultar los recursos interactivos de la web China Connect del IISS.
[iv] La «primera cadena de islas» arranca de las Islas Kuriles, sigue en Japón y acaba en Borneo, se asienta sobre las alianzas defensivas de Estados Unidos con tres países de la región: Corea del Sur, Japón, e Islas Filipinas, a los que se suma Taiwán, en virtud de las seis garantías de apoyo dadas por el gobierno estadounidense al taiwanés en 1982. Estados Unidos está cortejando a Vietnam y a Indonesia para que se sumen a la estrategia de contención de China. La «segunda cadena de islas» se extiende desde Japón, pasa por las Marianas, Guam y las Carolinas, y suponen un espacio de repliegue, de ser desbordado el primero, con la conversión de la armada china en una marina de aguas profundas. Habría una «tercera cadena de islas» que comienza en las Aleutianas, pasa por la isla de Hawái para acabar en Oceanía; actuaría como retaguardia estratégica de EE. UU.
[v] Si utilizamos el PIB per cápita, la distancia era muchísimo mayor entre las poblaciones de Japón y Corea del Sur respecto a la China.
[vi] Más adelante en esta serie sobre el Indo-Pacífico dedicaremos un post a tratar la cuestión de Taiwán. Aquí nos limitaremos a añadir unas pinceladas para contextualizar la tercera crisis del Estrecho de Taiwán de 1995-1996:
- Desde 1949 a 1972 la relación entre Estados Unidos y China es de distanciamiento absoluto, una vez que el bando nacionalista, por el que apostó Washington en la guerra civil de 1945-1949, es derrotado por el bando comunista. Los nacionalistas huyen a la isla de Taiwán, en la que subsiste la República de China, amparada por la legitimidad que le otorga el reconocimiento internacional. Estados Unidos sigue una política de aislamiento y contención de China, y choca con ella en la guerra de Corea y en Vietnam.
- En 1971 las Naciones Unidas reconocieron a la República Popular de China como la representante legítima de China y la República de China (la actual Taiwán) abandonó Naciones Unidas.
- Un año después el presidente norteamericano Nixon materializó su apertura a la China comunista con un viaje a Pekín en el que consiguió sumar a China a Occidente en la confrontación con la Unión Soviética (la conocida como diplomacia triangular).
- EN 1979 el presidente Carter retiró el reconocimiento a la República de China (actual Taiwán) y reconoció en su lugar a la República Popular de China, y denunció el Tratado de Defensa Mutua con la República de China de 1954.
- No obstante, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Taiwan Relations Act de 1979 que garantiza la continuidad de las relaciones no diplomáticas de EE.UU. con Taiwán (nuevo nombre con el que EE.UU. se referirá en adelante a la isla Estado) así como ayuda de armamento de carácter defensivo, y la promesa de considerar cualquier acción encaminada a decidir el futuro de Taiwán por la fuerza como una amenaza a la seguridad regional y motivo de grave preocupación para Washington. Todavía más, con el mismo propósito la administración Reagan concedió “Seis Garantías” de apoyo al gobierno taiwanés en 1982.
- En la década de 1990 las autoridades de Pekín recelaban del compromiso de Washington con la política de una sola China después de que Estados Unidos reconociese a la República Popular en 1979. Durante la administración Bush (padre) Estados Unidos vendió a Taiwán 150 F-16, suscitando la protesta de China que entendía que se violaban el comunicado de Shanghái en el que Estados Unidos se había comprometido a terminar las ventas de armamento a Taiwán (si bien nunca se estableció plazo). Y durante la administración Clinton Washington mejoró el tratamiento que se concedía a los representantes de Taiwán en Estados Unidos. En 1995 Washington concedió una visa al presidente de Taiwán, Lee Teng-hui, para asistir a una reunión de antiguos alumnos en una universidad americana, una novedad en la política seguida en los 25 años precedentes. Lee Teng-hui era el primer presidente de Taiwán que había nacido en la isla y durante sus mandatos (1988-2000) promovió una agenda de taiwanización o fomento de la identidad taiwanesa que no gustó en Pekín.
[vii] Ver más arriba advertencias de Graham Allison en relación con una nueva crisis de Taiwán.
[viii] Los orígenes de estos planteamientos se encuentran en las teorías de la paz democrática que vienen a resaltar la influencia de las instituciones de un régimen político sobre la política exterior de un país. En este sentido las instituciones democráticas desincentivan el inicio de guerras de conquista o la diplomacia coercitiva, a diferencia de lo que ocurre en las autocracias. Esto no quiere decir que no pueda haber intereses contrapuestos entre dos democracias, más bien se refiere a que es poco probable que dos democracias con intereses contrapuestos recurran a la diplomacia coercitiva o a la fuerza para solucionar un desacuerdo.
[ix] El actual director de China en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Rush Doshi, en un libro escrito antes de ocupar el cargo, “The Long game – China´s Grand Strategy to displace American Order”, argumenta que desde 1989 china ha percibido a Estados Unidos como su principal amenaza y ha intentado acabar con su hegemonía regional en Asia.
[x] A las autoridades chinas no les pasa desapercibido que las democracias de su entorno han sido capaces de conciliar las libertades políticas con un desarrollo económico que las ha convertido en países de ingresos altos, a diferencia del régimen comunista que fía toda su legitimidad al desarrollo económico y, según algunos, ya habría caído en la trampa de los países de renta media.
[xi] El documental “The Prince” de The Economist, refiere una conversación distendida entre el entonces vicepresidente Joe Biden y Xi Jinping, en la que éste habría sacado dos conclusiones de la Primavera Árabe: para perpetuarse en el poder un partido político necesita atajar la corrupción y controlar el relato.
Por otra parte, le inquietaba que el papel del Partido Comunista hubiese quedado desdibujado después de tres décadas de liberalización económica exitosa dando lugar a una sociedad capitalista que había adquirido los hábitos consumistas de las sociedades occidentales y las libertades para comprar vivienda o de emprendimiento para crear una empresa.
Todavía más, había miedo a que la prosperidad de las décadas anteriores animase la revolución contra el régimen. Durante los primeros años de su mandato un libro de cabecera del líder supremo y de su “entourage” fue el “Antiguo Régimen y la Revolución” de Alexis de Tocqueville. Los dirigentes chinos temían el parecido entre la China de 2013 y las circunstancias de la Francia del s. XVIII que el filósofo francés calificaba como caldo de cultivo de la revolución –el llamado efecto Tocqueville-: la perspectiva de una revolución aumentaba en un contexto de prosperidad y creciente desigualdad, como era el caso de la China de la primera década del s. XXI
[xii] Como ya dijimos en un post anterior, a diferencia de sus predecesores, la idea de construir una China grande y fuerte será una idea motriz de la política de Xi. Si bien sus predecesores en el cargo habían abrazado la idea para resarcirse de las humillaciones del pasado, Jiang Zemin (1889 – 2002) y Hu Jintao (2002 – 2013) apostaron por una política de «ascenso pacífico» de China y mantuvieron un perfil relativamente bajo en la escena geopolítica mundial. Probablemente tenían muy presentes la estrategia de los 28 caracteres recogida en estas palabras del líder Deng Xiaoping: “Observa con calma; asegura nuestra posición; afronta las tareas con calma; esconde nuestras capacidades y espera nuestro momento; sé bueno manteniendo un perfil bajo; y nunca reclames el liderazgo”.
[xiii] Xi Jinping ha impulsado una vuelta del Partido Comunista a todos los resortes del poder empresarial, social, económico y militar para controlar el relato y el futuro de la nación.
[xiv] El coronel Mario Laborie Iglesias señala esta novedad en un documento de opinión del IEEE “Frente a frente: las estrategias militares de Estados Unidos y China”.
[xv] Según la traducción inglesa: “With a generally favorable external environment, China will remain in an important period of strategic opportunities for its development, a period in which much can be achieved. China’s comprehensive national strength, core competitiveness and risk-resistance capacity are notably increasing, and China enjoys growing international standing and influence”.
[xvi] Sobre este asunto se puede consultar el siguiente artículo de MERICS de setiembre de 2022: “CONFIDENT PARANOIA Xi’s «comprehensive national security» framework shapes China’s behavior at home and abroad”, Katja Drinhausen | Helena Legarda
[xvii] Este nuevo rumbo marca un cambio histórico, hasta hace poco China era fundamentalmente una potencia terrestre. No fue así siempre; en el siglo XV, China, bajo la dinastía MING, era el mayor poder naval del mundo como nos cuenta el historiador Ian Morris en un libro brillante “Why the West rules for now”. 2010. Entre 1405 y 1433 China proyectó un inmenso poder naval en el Indo-Pacífico mediante el envío de siete armadas comandadas por el célebre almirante Zheng He que recaudaron tributo de los reyes del sur y sudeste de Asia, y llegaron al mar Rojo y al África Oriental. La primera armada contaba con más de 300 barcos y casi 30.000 hombres; no eran barcos de guerra, pero estaban destinados a intimidar a sus vecinos para conseguir tributos y monopolio del comercio. A finales del siglo XV los emperadores MING perdieron interés en los viajes al extranjero y rechazaron las peticiones de medios de los astilleros de Nanjing. Todo ello sucedía en el Lejano Oriente mientras que los monarcas de Portugal y de España hacían justamente lo contrario que los emperadores chinos: se embarcaban en las expediciones que iban a cambiar para siempre el mundo conocido.
[xviii] Posteriormente, el Libro Blanco de Defensa Nacional de China de 2019, apenas recoge novedades respecto al Libro Blanco de 2015. Merece la pena mencionar que expresa su oposición al sistema de alianzas en clara alusión a Estados Unidos y sus socios en Europa y Asia.
[xix] The Military Balance 2022. The International Institute for Strategic Studies (IISS). Página 243.
[xx] Ver nota XVII, sobre el dominio chino del Indo-Pacífico en el s. XV.
[xxi] Se puede consultar The Military Balance 2022. The International Institute for Strategic Studies (IISS). También se pueden ver el análisis sobre modernización de la armada china de uno de los expertos del Institut français des relations internationales.
[xxii] El “Fujan” está dotado con catapultas electromagnéticas que permiten embarcar bombarderos con bombas pesadas, compitiendo con el único portaviones norteamericano que cuenta con ellas, el Gerald Ford (si bien este último es de propulsión nuclear y, por tanto, más veloz y resistente).
[xxiii] “China Naval Modernization: Implications for U.S. Navy Capabilities—Background and Issues for Congress” Updated December 1, 2022. Congressional Research Services. A favor de Estados Unidos juega que cuenta con buques de más tonelaje, destructores y cruceros más grandes y pesados que los chinos, 5 veces más submarinos de propulsión nuclear, 9 veces más plataformas lanzaderas de misiles desde sus buques que China, y más personal que China, aparte de una dilatada experiencia de combate. El informe también apunta una serie de debilidades de la Armada china relativas a coordinación entre los tres Ejércitos, guerra anti-submarina, limitado número de bases militares de apoyo, o la limitada capacidad para el reabastecimiento de buques de guerra en alta mar lejos de sus bases en la China continental.
[xxiv] Ver nota VI dedicada a la cuestión taiwanesa.
[xxv] Sobre el concepto de sistema de Anti acceso/ denegación de área, más conocido por sus siglas A2/AD, de raigambre norteamericana, se puede consultar la introducción de un artículo muy interesante sobre los precedentes del uso de estas técnicas en la España de principios del s.XVI: “¿Un sistema antiacceso/denegación de área (A2/AD) español en el siglo XVI?”. Juan José Castellanos. Global Strategy Report, 19/2022:
“El antiacceso se realizaría mediante acciones profundas con misiles balísticos con capacidad convencional, aviación, fuerzas navales y la denegación de área aplicaría otros como sistemas de defensa aérea terrestres y navales, minado en áreas costeras o accesos a puertos, siendo comunes las acciones en el ciberespacio, guerra electrónica, mando, control, comunicaciones e inteligencia (C4I).”
[xxvi] El gobierno chino, muy crítico con el sistema de alianzas de Estados Unidos que evoca los tiempos de la guerra fría, se cuida mucho de utilizar la fórmula “alianza”. De hecho, la única alianza que mantiene China es con Corea del Norte en virtud de un tratado de defensa mutua de 1961, que fue renovado en 2021.
[xxvii] Entre 2014 y 2018 China botó un número de buques de guerra con un tonelaje superior al de todos los buques botados por las armadas de Francia, Alemania, India, Italia, Corea del Sur, España y Taiwán.