Elecciones y seguridad en el estrecho de Taiwán.

El próximo 13 de enero, 19 millones de taiwaneses (de una población de 24 millones) están llamados a decidir la dirección que el país tomará en los próximos años. Los taiwaneses elegirán a su presidente – y a su vicepresidente en un mismo ticket-, en única vuelta y por mayoría simple, así como a 113 diputados de su Asamblea unicameral (Yuan). El acercamiento o alejamiento de la China comunista es el caballo de batalla en la contienda electoral.

Washington, Pekín, Bruselas, Tokio, Seúl, Manila,  estarán muy pendientes de Taipéi el 13 de enero. La decisión popular definirá la relación de Taiwán con la China comunista, y, por tanto, repercutirá sobre la estabilidad en el estrecho de Taiwán, por dos motivos principales. Por un lado, se trata de un territorio de enorme valor geoeconómico para las grandes potencias; por otro, las elecciones se celebran en un contexto de rápido deterioro de la seguridad internacional y de la relación entre Pekín y Washington, así como de ruptura de diálogo entre Taiwán y la República Popular de China (en adelante. China).

Territorio de enorme valor geoeconómico:

  • El estrecho de Taiwán es uno de los corredores marítimos más frecuentado del mundo por el que circulan diariamente mercancías, hidrocarburos y personas -ruta de paso de aproximadamente la mitad de los portacontenedores en el mundo, en 2022-.
  • Taiwán produce más del 60% de semiconductores en el mundo y la empresa taiwanesa Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) fabrica el 90% de los chips de última generación (de 10nm o menos, o lo que es lo mismo 10.000 veces más finos que una hoja de papel). Los semiconductores representan el 15% del PIB del país y su seguro de vida contra cualquier veleidad china
  • Una crisis en el Estrecho de Taiwán paralizaría la importación de inputs de TSMC y las exportaciones de semiconductores que son críticos en la industria de dispositivos electrónicos (móviles, ordenadores) [i], automóvil (coches eléctricos conectados), centros de procesamiento de datos, o el mantenimiento de las bolsas del mundo.
  • Los semiconductores taiwaneses son claves para la transformación digital en la que se ha embarcado Europa. Los sistemas de armas más sofisticados de Estados Unidos y China necesitan los semiconductores taiwaneses de última generación. En octubre de 2022, Washington utilizó prerrogativas extraterritoriales para limitar su exportación a China.
  • En un informe reciente “Conflict over Taiwán: assessing exposure in Asia”, Economist Intelligence Unit analiza el grado de exposición de Asia a la inestabilidad y crisis en el estrecho, y concluye que Japón, Corea del Sur e Islas Filipinas serían los países más afectados por circunstancias geopolíticas: proximidad a Taiwán, sus alianzas con Estados Unidos y la existencia de bases militares estadounidenses en sus territorios. El bloqueo del estrecho perjudicaría especialmente a las economías más dinámicas del sudeste asiático, Japón y Corea del Sur.

Además, les elecciones se celebran en el contexto regional e internacional más convulso de las últimas décadas:

  • En febrero de 2022, una Rusia revisionista y agresiva invadió Ucrania, que sigue resistiendo casi dos años después con el apoyo militar y económico de Estados Unidos y la Unión Europea. El régimen de Vladimir Putin, que cuenta con el respaldo diplomático y económico del líder chino Xi Jinping, todavía no ha logrado imponer su visión de la ley del más fuerte en Europa.
  • En el Indo-Pacífico, una crecida China, fruto de su ascenso a segunda economía mundial (primera en términos de PIB PPP) y de un programa de modernización militar que la ha dotado con la Armada más grande del mundo, reclama su esfera de influencia en Asia, con acciones intimidatorias en el Mar de China Meridional que reivindica como suyo, y alrededor de Taiwán (República de China es su nombre oficial), un archipiélago de islas que Pekín considera una provincia rebelde.
  • Estados Unidos, potencia hegemónica en Asia durante décadas, ha reaccionado con una estrategia deliberadamente competitiva destinada a asegurar su primacía económica, militar y tecnológica en la que Taiwán es un peón – forma parte de la primera cadena de islas de la defensa adelantada de Estados Unidos en el Pacífico-, si bien especialmente importante por su peso tecnológico, y el punto más caliente en su relación con Pekín.

Desde 2016 el gobierno de Taiwán se encuentra en manos del Partido Democrático Progresista (en adelante, PDP), que abandera la independencia de Taiwán, y el régimen comunista de Pekín se niega a dialogar con él, añadiendo un elemento adicional de tensión, cuya continuidad se dirime en las próximas elecciones.

Precisamente durante los dos mandatos de la presidenta Tsai Ing-wen China ha intensificado sus actuaciones coercitivas e intimidatorias contra Taiwán. No sólo restringiendo selectivamente el comercio con Taiwán (China es su principal socio comercial) y bloqueando su acceso a acuerdos regionales de libre comercio. El Ejército de Liberación Popular ha bloqueado Taiwán con sus ejercicios navales en las inmediaciones de la isla y sus maniobras de aproximación al espacio aéreo taiwanés. Según China Power del CSIS, en 2022 se contabilizaron 1.738 violaciones de la zona de identificación aérea de Taiwán, incluyendo incursiones de cazas chinos, el doble que en 2021; en 2023 se han contabilizado 1.665.

  1. Contexto histórico.

En esta primera parte proporciono unas pinceladas históricas para entender la situación actual, y por tanto, se puede prescindir de esta parte en caso de conocer su historia.

Fueron navegantes portugueses en 1517 los que bautizaron a la isla con el nombre de “Ilha Formosa”. Posteriormente, holandeses y españoles se establecieron en el sur y norte de la isla respectivamente a principios del siglo XVII, aunque su presencia no se extendió por muchos años. Desde finales del s. XVII, la dinastía Qing (1644-1912) aseguró el control chino de este territorio que pasó a ser una provincia del imperio en 1885, fue cedida a Japón después de la primera guerra sino-japonesa de 1895 –por el Tratado de Shimonoseki-, y devuelta a China tras la II Guerra Mundial.

Cuando en 1949 finalizó la guerra civil entre comunistas y nacionalistas en China (1922-1937 / 1946-1949), el caudillo nacionalista derrotado, Chiang Kai-shek, se refugió en Formosa junto con más de un millón de refugiados de la China continental, e instauró el régimen de partido único del Kuomintang o Partido Nacionalista Chino (KMT, en lo sucesivo),dirigido por esos refugiados.

El régimen unipartidista autoritario de Chiang Kai-shek nunca renunció a la reconquista de la China continental y tampoco revocó la constitución de 1946 de la República de China –nombre oficial de Taiwán. El régimen firmó un tratado de defensa mutua con los Estados Unidos en 1954. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos favoreció la superioridad del ejército taiwanés sobre el comunista de la China continental como una de las piezas de su sistema de alianzas bilaterales en Asia, “hub and spoke”, para contener la extensión del comunismo en Asia. 

El país protagonizó un despegue económico en los años 1960-1970 junto con Hong Kong, Singapur, y, Corea del Sur –los llamados tigres asiáticos-, que experimentaron una rápida industrialización y mantuvieron tasas de crecimiento excepcionalmente altas de más del 7% durante esas décadas.

En el primer cuarto del siglo XXI, Taiwán se ha convertido en un referente tecnológico y el campeón de los semiconductores.

La década de 1970 fue nefasta en el plano diplomático. La resolución 2758 de Naciones Unidas, aprobada el 25 de octubre de 1971, expulsó a los representantes del régimen de Chiang Kai-shek del puesto que ocupaban en las Naciones Unidas y reconoció en su lugar a la República Popular de China como «el único representante legítimo de China ante las Naciones Unidas»

A raíz de la Resolución 2758 de 1971 cayó en picado el número de países que reconocían a la República de China – España retiró su reconocimiento en 1973 y se lo otorgó a la República Popular de China.  El caso más llamativo y significativo fue el de Estados Unidos. En 1972 el presidente norteamericano Nixon emprendió su apertura a la China comunista (la conocida como diplomacia triangular que sumó China a Occidente en la confrontación con la Unión Soviética), y en 1979 el presidente Carter culminó este giro estratégico con la retirada del reconocimiento a la República de China (Taiwán) y el reconocimiento en su lugar de la República Popular de China como el gobierno legítimo de China, inaugurando la etapa de la llamada política de una sola China (One China Policy).

El ascenso de la República Popular de China en las últimas tres décadas también ha impulsado el cambio de reconocimiento, al negarse Pekín a entablar relaciones diplomáticas con estados que reconocieran a la República de China.

En definitiva, si en 1971 eran 68 países los que otorgaban reconocimiento diplomático a la República de China, en la actualidad solo 13 Estados reconocen la República de China, la mayoría estados pequeños e insulares en Latinoamérica y el Pacífico –Paraguay es quizás el más relevante-. En estas circunstancias se niega la existencia de Taiwán como sujeto pleno de derecho internacional porque le falta uno de los elementos tradicionales de un Estado: el reconocimiento por parte de los demás Estados.

Tampoco fueron fáciles las relaciones con la China continental después del fin de la guerra civil. La guerra abierta se extendió a lo largo de la década de 1950 especialmente en las islas menores (isla de Kinmen a tres kilómetros de la China continental) del Archipiélago de Taiwán. El fuego de artillería allí solamente terminó en 1979, una vez que China había ganado la batalla del reconocimiento internacional. 

En el terreno político comenzó en la década de 1980 un proceso de apertura y liberalización, una vez desaparecido Chiang Kai-shek de la escena política (1975†), que se consolidó a raíz de las primeras elecciones multipartidistas de 1996, y alumbró una de las democracias más vibrantes de este primer cuarto de siglo XXI (democracia plena, número 10 en el ranking del Economist Intelligence Unit, la democracia española ocupa el puesto 22).

En la década de 1990 se deben resaltar dos hechos que van a condicionar las relaciones de Taiwán con la China comunista en la actualidad: el consenso de 1992 entre comunistas y nacionalistas para encauzar el conflicto, y el bloqueo chino de la isla en 1996 que muestra las limitaciones de ese entendimiento.

El Kuomintang y el Partido Comunista Chino sellaron el llamado consenso de 1992, que permitió la reanudación de las relaciones económicas y culturales entre la china continental e insular. Comunistas y nacionalistas se comprometieron con el principio de “una sola China”, pero constataron sus diferencias en cuanto a la interpretación sobre qué es China. Para los comunistas, se trataba de la República Popular de China que integra a Taiwán y para el Kuomintang se trataba de la República de China (nombre oficial de Taiwán).

En 1995-1996 el Ejército de Liberación Popular bloqueó la isla con ejercicios militares, incluyendo un desembarco anfibio, pruebas con misiles y fuego real, para mandar un mensaje de descontento a Estados Unidos e intimidar a los taiwaneses que se encaminaban a votar en sus primeras elecciones multipartidistas. Pekín acusaba a las autoridades taiwanesas de inclinaciones independentistas, y reprochaba a Washington un cambio en su política en la cuestión de Taiwán. El Ejército de Liberación Popular se vio obligado a retirarse ante el despliegue norteamericano de dos portaaviones, y el candidato taiwanés cuestionado ganó las elecciones.  

Pekín no alcanzó sus objetivos pero la humillación sufrida fue un acicate decisivo para el desarrollo de un programa de modernización del Ejército de Liberación Popular que en las últimas tres décadas ha convertido a la Armada china en la más grande del mundo. Todos los presidentes chinos han proclamado el objetivo irrenunciable de reunificar el país e integrar Taiwán. Xi Jinping ha proclamado su objetivo de reunificación, si es necesario por la fuerza, en el marco de su objetivo para 2049 de “national rejuvenation”.

  2. La cuestión identitaria en la política taiwanesa.

El alejamiento o acercamiento de Taiwán a la República Popular de China ha sido el principal eje de la política isleña desde las primeras elecciones multipartidistas en 1996, y constituyen la cuestión dominante de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 13 de enero.

Los estudios de opinión pública del Election Study Center, National Chengchi University de Taiwán son muy reveladores: en 1992, año en que se inician esta serie, un 17% de la población[ii] se consideraba solo taiwanesa en tanto que un 25% se sentían china y un 26% se sentía a la vez china y taiwanesa. En la actualidad, más del 62% de la población se considera taiwanesa, mientras que un 30% se consideran a la vez china y taiwanesa, y el porcentaje de aquellos que se declaran solo chinos ha caído hasta un 2,5%.

No obstante, eso no significa que la mayoría de los taiwaneses pretenda que Taiwán se declare independiente, una alternativa que recibe un apoyo minoritario (1,6% en la actualidad). La opción mayoritaria es el mantenimiento del status quo:

La cuestión del acercamiento o alejamiento de la China continental ha vertebrado el sistema de partidos de la joven democracia en torno a una alianza verde liderada por el Partido Democrático Progresista que abandera posiciones independentistas, y otra azul dirigida por el Kuomintang, que defiende el acercamiento a China y la existencia de una sola China. Los verdes acusan a los azules de apaciguamiento y estos tachan a los verdes de provocadores.

El Partido Democrático Progresista, surgió como movimiento clandestino de oposición a la dictadura del Kuomintang, y controló la presidencia de la isla entre 2000 y 2008.  Volvió al poder de nuevo en 2016 con la presidenta Tsai Ing-wen, que no puede presentarse a un tercer mandato, y una mayoría parlamentaria en el Yuan.

El Kuomintang o Partido Nacionalista Chino lidera la oposición y tiene 38 diputados en el Yuan. En la etapa democrática ha presidido el país entre 1996 y 2000, y entre 2008 y 2016. Defiende que las relaciones con China se deben basar en sus tres Noes: No Unificación, No Independencia, No guerra, y es el máximo defensor del consenso de 1992.

3. Candidatos a las elecciones presidenciales.

El plazo para presentar candidaturas acabó el pasado 24 de noviembre. Se recogen a continuación las “tickets” propuestos:  

  • Por parte del Partido Progresista Democrático, Lai Ching-te para presidente y Hsiao Bi-khim para vice-presidenta.

Lai Ching-Te (63), actual vicepresidente y médico de profesión, se definió en 2017 como un trabajador por la independencia de Taiwán. No obstante, ha aprendido a contenerse durante su etapa como vicepresidente y se muestra cómodo con el relato apadrinado por la actual presidenta Tsai Ing-wen en el que Taiwán se considera ya independiente, sin necesidad de declaración formal, puesto que es el pueblo taiwanés el que elige a sus representantes en las instituciones.

Lai Ching-Te defiende la extensión del servicio militar y prioriza el fortalecimiento de las capacidades militares de Taiwán, así como la asociación estratégica con Estados Unidos y con países afines, con las democracias asiáticas de Japón, Corea del Sur, y Australia. Rechaza el consenso de 1992 y no excluye el diálogo con China siempre que se base en la reciprocidad y sin condiciones. Es partidario de limitar la dependencia comercial de China (principal socio comercial) y excluye la reanudación de las negociaciones de un acuerdo de liberalización comercial de bienes y servicios con China, en suspenso desde 2014.

Según el Partido Democrático Progresista, las elecciones del 13 de enero presentan a los taiwaneses una disyuntiva entre la consolidación de la democracia taiwanesa o la autocracia de la China continental.

Hsiao Bi-khim es una política y diplomática que ha sido representante de Taiwán en los Estados Unidos de 2020 a 2023.

  • Por parte del Kuomintang (KMT), Hou Yu-ih para presidente y Jaw Shaw-kong para vicepresidente.

Hou Yu-ih (66), alcalde de Nueva Taipéi en el que ha adquirido fama de eficiente, es un policía retirado que habla mejor taiwanés que mandarín, una circunstancia que podría ayudarle a conseguir votos en un grupo social en el que el KMT no ha conseguido sus mejores resultados. Elegido a puerta cerrada, en un principio generaba desconfianza en su propio partido.

Hou Yu Ih escribió en Foreign Affairs en septiembre que su política exterior se basaría en 3Ds: disuasión aumentando las capacidades militares de Taiwán, diálogo con Pekín en base al consenso de 1992 y reanudación de las negociaciones comerciales con China, y desescalada. Pretende navegar la rivalidad entre China y Estados Unidos sacando a Taiwán del centro del huracán, y quiere mantener una relación estrecha con EE.UU.

Para el Kuomintang, el 13 de enero los taiwaneses tendrán que decidir entre la paz o la guerra con China.

Jaw Shaw-kong es un diputado del Kuomintang que en 1993 fundó un partido político que favorecía la unificación con China y volvió al Kuomintang recientemente tras el fracaso de ese proyecto político.

En cuanto a esta pareja, señala Xulio Ríos del Observatorio de Política China: “El KMT comparece en estos comicios con una alianza interna de sus dos almas principales. Si a Hou podríamos asociarle con la “taiwanización” del KMT, su candidato a vicepresidente, Jaw Shau-kong, refuerza la proyección continental clásica de la formación”.

  • Por parte del Partido del Pueblo Taiwanés, Ko Wen-je para presidente y Cynthia Wu para vicepresidenta.

Ko Wen Je (64), cirujanode profesión,se llama a sí mismo independiente, aunque en su día recibió el apoyo del Partido Democrático Progresista, y lidera la tercera fuerza en el Yuan con 5 diputados. Defiende el diálogo con la China continental, aunque rechaza el consenso de 1992. La relación estratégica de Taiwán con Estados Unidos no necesariamente debería convertirse en un Taiwán hostil hacia China. No obstante, es el candidato que más se centra en cuestiones domésticas.

Cynthia Wu es diputada del Partido del Pueblo Taiwanés en el Yuan.

4. Perspectivas.

La última encuesta de (Taiwan News poll) del 20 de diciembre coloca a Lai Ching-te del PDP en cabeza con un apoyo del 34% del electorado, seguido de Hou Yu-ih del Kuomintang con el 30%, y en tercer lugar Ko Wen-je del Partido del Pueblo Taiwanés por encima del 20%.

La precampaña electoral experimentó un giro significativo con el fracaso en el último momento del proyecto de ticket conjunto Hou Yu-ih – Ko Wen-je y la retirada de la carrera del candidato independiente Terry Gou, fundador de la empresa taiwanesa Foxconn. Esos movimientos favorecieron las aspiraciones de Hou Yu-ih del Kuomintang que subió siete puntos, según el electoPromedio de Encuestas elaborado por Courtney Donovan Smith, hasta colocarse a dos puntos de Lai Ching-te el 25 de noviembre. Ko Wen-je se llevó la peor parte y descendió casi tres puntos en apoyo popular.

La consolidación de Hou Yu-ih, que ahora cuenta con el 90% de los votantes que se identifican con el Kuomintang, es por el momento insuficiente para salvar la distancia que le separa del candidato del Partido Democrático Progresista. El electorado tradicional del Kuomintang es predominantemente mayor por encima de los 50 años, por lo que difícilmente puede pescar en el caladero de Ko Wen-je, que se sitúa más al centro con una base principal de apoyo entre los jóvenes de 20-29 años, sin perder apoyos por su derecha. Lai-Ching-te está mejor posicionado para seguir creciendo en apoyos entre los jóvenes. A Hou Yu-ih le quedan los indecisos.

En realidad, el beneficiario principal del malogrado ticket conjunto entre Hou Yu-ih – Ko Wen-je, que ha dividido el voto de la oposición al gobernante PDP, ha sido Lai-Ching-te: una mayoría del 43% desea un cambio en el partido político que controla la presidencia, si bien esa misma mayoría discrepa en relación en cuanto a qué partido –Kuomintang o Partido del Pueblo Taiwanés-, frente al 33% que favorece la continuidad de los Progresistas de Lai-Chen te.

Una victoria de Lai-Ching-te no es inexorable –una de las nueve encuestas del agregado de más arriba anticipa por primera vez un empate técnico entre Hou Yu-ih y Lai-Ching-te-. Hasta ahora la campaña preelectoral ha girado en torno a la cuestión del acercamiento o alejamiento de Taiwán a la China continental. El relato “democracia versus autocracia” del partido gobernante se ha impuesto al de “guerra o paz” del Kuomintang, a pesar de las campañas de influencia chinas magnificando las narrativas de guerra versus paz para favorecer al candidato del Kuomintang.

Si en la recta final de la campaña electoral ganan peso la economía, con la que una buena parte de los jóvenes que apoyan al partido gobernante están insatisfechos, y otras cuestiones domésticas, la cuestión económica en campaña podría perjudicar a Lai-Ching-te y beneficiar tanto a Ko Wen-je, que ha centrado su campaña en cuestiones domésticas, como a Hou Yu-ih.

Por último, es muy probable que el partido gobernante pierda la mayoría parlamentaria que ahora disfruta en solitario. Según un sondeo reciente de TVBS Poll Center, el Kuomintang se haría con el 32% de los 113 diputados de la asamblea unicameral, seguido por el Partido Democrático Progresista que cosecharía el 28%, y el Partido del Pueblo Taiwanés (18%) –con un 18% de votantes indecisos-. En este escenario, el partido de Ko-Wen je sería el árbitro.

En conclusión, el escenario más probable es de un presidente del Partido Democrático Progresista sin mayoría parlamentaria y en cohabitación con una mayoría hostil. Por tanto, será un gobierno algo más débil que el gobierno de los últimos ocho años en el que un mismo partido, el Partido Democrático Progresista, ha controlado Presidencia y Parlamento.

5. Preferencias de Estados Unidos, China, y Unión Europea.

Estados Unidos

Con el cambio de reconocimiento diplomático de 1979, Washington inauguró su nueva política con Taiwán, conocida con el nombre de “ambigüedad estratégica”[iii]: América se comprometió a ayudar militarmente a Taiwán, pero no a entrar en guerra con China para defender a Taiwán. No se trata de una obligación como la del artículo 5 del Tratado de Washington con respecto a los países OTAN. Desde entonces, esa ambigüedad ha servido a EE.UU. para desincentivar una declaración de independencia de Taipéi y, al mismo tiempo, disuadir a China de invadir la isla.

La apuesta reciente de Estados Unidos por una estrategia competitiva para frenar el ascenso de China ha situado a Taiwán como un peón más, “un instrumento de presión estratégica clave a China” en palabras de Xulio Rios, en el intento concertado de Washington, con sus aliados en el Indo-Pacífico, para frenar a China y mantener su primacía en la economía mundial y su ventaja tecnológica y militar. Australia, Japón, Corea del Sur, Islas Filipinas y la India están aumentando sus presupuestos de defensa y actualizando sus alianzas y asociaciones con países afines. Sobre este asunto nos extendimos en el post Geopolítica del vecindario de China.

La dependencia estadounidense de la industria de semiconductores taiwanesa también juega en contra de favorecer cualquier acercamiento de Taiwán a China, que persigue Hou Yu-ih, y, en el peor de los casos, de dejar que esa industria caiga en manos de China. 

Xulio Ríos, del Observatorio de Política China, señala muy acertadamente que el Partido Democrático Progresista es la opción preferida de Washington para imponerse en las elecciones de 13 de enero. “[Q]uien más se alinea a día de hoy con la estrategia de EEUU es el verde PDP (Partido Democrático Progresista), con quien comparte no solo “ideales y valores” sino también estrategias de acercamiento político, tecnológico, económico-comercial, defensivo y estratégico. El rechazo de plano del PDP a la unificación es del máximo interés de EEUU.

                República Popular de China

El régimen comunista ha dejado claro a lo largo de estos años su rechazo al gobierno soberanista del Partido Democrático Progresista, y a Lai-Ching-te, su candidato presidencial. Sus aspiraciones independentistas chocan frontalmente con la reunificación de la isla con China, si es preciso por la fuerza, que ha proclamado reiteradamente Xi Jinping. De hecho, Pekín ha movido hilos para favorecer al candidato del Kuomintang mediante la intimidación de Foxconn, fundada por Terry Gou, en la China continental, movimientos que fueron interpretados como el deseo del PCCh para que Gou, con posicionamientos políticos similares a los del candidato del Kuomintang, abandonase la carrera electoral -lo que ocurrió finalmente el 24 de noviembre.   

La candidatura del Kuomintang, de consenso entre el ala más «taiwanesa» y el ala pro-unificación, como comentamos más arriba, es la opción preferida por el Partido Comunista Chino como la menos mala. Después de todo, con el KMT comparten la visión del consenso de 1992 y dialogan en el marco del acuerdo de cooperación firmado en 2015 –de hecho, el 14 de diciembre pasado una delegación del Kuomintang viajó a la China continental-.

China no parece que vaya a ir más allá de las campañas de influencia y desinformación masiva para influir en la opinión pública taiwanesa. Las acciones coercitivas del pasado en periodos electorales se han demostrado contraproducentes, en 1996 por ejemplo, como señalábamos anteriormente.   

La Unión Europea

La Unión Europea también estará pendiente de Taipéi el próximo 13 de enero. Sus 27 Estados miembros han seguido la política de una sola China y no reconocen a Taiwán. No obstante, se reservan el derecho de relacionarse con Taiwán y muchos de ellos han incrementado sus contactos con las autoridades de la isla en los últimos años.

 Los gobiernos europeos son conscientes de la importancia geoestratégica de Taiwán y su peso en el terreno tecnológico. En agosto pasado TSMC anunció la construcción de una primera fábrica de semiconductores en territorio europeo, en Alemania, que se suman a las que ya tiene en Estados Unidos y Japón. En 2022 el comercio de bienes con la isla se incrementó hasta alcanzar los 84.2 billones de euros. La UE es también la principal fuente de inversión directa en la isla.

La perspectiva de mayor inestabilidad en el estrecho de Taiwán divide a la Unión Europea. Francia no oculta sus reservas a la implicación europea del lado de Estados Unidos si estalla un conflicto. El alto representante de la política exterior de la UE Joseph Borrell expuso recientemente la política europea en relación con Taiwán a favor del mantenimiento del status quo en el estrecho:

“notre position est simple et constante. Il n’y a à nos yeux qu’une seule Chine. Mais pas à n’importe quelles conditions. Et certainement pas au travers du recours à la force. L’Europe doit en réalité être très présente sur ce dossier qui nous concerne sur le plan économique, commercial et technologique. C’est pourquoi j’appelle les marines européennes à patrouiller dans le détroit de Taïwan pour signifier l’attachement de l’Europe à la liberté de navigation dans cette zone absolument cruciale. Simultanément, nous devons être vigilants face aux provocations et aux surenchères. L’immense majorité de la population taïwanaise estime que le statu quo pacifique est la solution la plus appropriée. Soyons donc fermes pour faire respecter ce principe”.

Una victoria del candidato del Partido Democrático Progresista en las elecciones presidenciales garantizaría el alineamiento con la política europea de denuncia de la situación de los derechos humanos en Sinkiang, Tíbet y Hong-Kong. También garantiza la continuidad del abastecimiento de semiconductores a Europa que un eventual acercamiento de Taiwán a China, que promueve el candidato del Kuomintang, podría poner en riesgo. Sin embargo, las posiciones soberanistas del PDP y el rechazo que generan en China pone en riesgo el status quo que es la opción preferida de la Unión Europea, menos belicosa que Estados Unidos.   

La posición de España sobre Taiwán es similar a la de sus socios europeos y la propia UE. Sigue la política de “una sola China” y busca preservar la estabilidad regional. Tal y como quedó formulado en la proposición no de ley sobre el estrecho de Taiwán aprobada en 2022 en el Congreso, se opone a cualquier medida unilateral y coercitiva de carácter revisionista que pueda afectar al statu quo. Considera también que ese tipo de cambios solamente se deben conseguir a través del diálogo y el consenso entre los distintos partidos con la voluntad de la ciudadanía como base.

  • Consecuencias.

La victoria de Lai-Ching te, el escenario más probable en estos momentos y el escenario indeseado de China, anticipa volatilidad e inestabilidad en el estrecho de Taiwán, y la consolidación de la llamada “nueva normalidad”, la presencia masiva del Ejército de Liberación Popular en las inmediaciones de Taiwán en maniobras cada vez más regulares con las que China intenta descubrir los puntos débiles de la defensa taiwanesa y desgastar la moral del pueblo taiwanés.

En ese contexto cada vez más militarizado, un “accidente” fruto de un error de cálculo de cualquiera de las partes, podría precipitar el conflicto militar.

La CIA ha advertido que Xi Jinping ha pedido al Ejército de Liberación Popular que esté listo para invadir Taiwán en 2027 –China desmiente ese plazo. Una hipotética declaración de independencia, a raíz de una victoria aplastante del Partido Democrático Progresista, desencadenaría con casi total seguridad una intervención militar china, en cumplimiento de una Ley anti-secesión de 2005. Este es un escenario poco probable porque el PDP y su candidato han moderado su discurso soberanista y ven innecesaria dicha declaración.

En 2024 –el presidente electo de Taiwán tomará posesión en mayo – Estados Unidos, la Unión Europea y la India estarán distraídos con sus citas electorales. Escaso margen le quedará a la administración Biden para atender una eventual crisis en el estrecho de Taiwán, que se sumaría a la guerra de Ucrania –Gaza es probable que se haya desactivado para entonces-, en un contexto de una gobernanza americana cada vez más disfuncional y una administración Biden centrada en la obtención de un segundo mandato presidencial en noviembre.

¿Son esas distracciones electorales de 2024 una ventana de oportunidad para Pekín? Sí, pero Xi Jinping admite que el el Ejército de Liberación Popular no está preparado todavía. Además, el régimen comunista tendrá sus quebraderos de cabeza con una economía que le cuesta mantener unas tasas de crecimiento del 5%, condición mínima para mantener la paz social, una crisis inmobiliaria, un paro juvenil in crescendo, el estrangulamiento tecnológico al que le somete Estados Unidos, y el fin del dividendo demográfico. Con estos condicionantes, salvo un cisne negro, es improbable que Xi Jinping apueste por la solución militar para Taiwán e n 2024.,

@lamiradaaoriente


[i] Más del 60% de la demanda de semiconductores procede de estas dos industrias: comunicaciones y ordenadores.

[ii] De toda la población taiwanesa, solo el 2,5% pertenece a las poblaciones autóctonas, indígenas malasio-polinesio de la isla, frente a más de un 95% que forma parte de la etnia Han, originaria de China continental, según recoge la CIA World FactBook.

[iii] Desde el 1 de enero de 1980, los Estados Unidos no tienen obligación de acudir a la defensa de Taiwán, una vez que denunciaron el tratado de defensa mutua de 1954. No obstante, el Congreso de los Estados Unidos aprobó en 1979 la Taiwan Relations Act que garantiza la continuidad de las relaciones no diplomáticas de EE.UU. con Taiwán (nuevo nombre con el que EE.UU. se refiere a la República de China desde entonces), así como ayuda militar de armamento defensivo, y la promesa de considerar cualquier acción encaminada a decidir el futuro de Taiwán por la fuerza como una amenaza a la seguridad regional y motivo de grave preocupación para Washington.

Por La mirada a Oriente

Me interesa entender qué ocurre fuera de nuestras fronteras, analizar por qué ocurre y proyectar escenarios sobre qué puede pasar. Mi formación es multidisciplinar. Tengo un Grado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad de Londres - London School of Economics and Political Science. También soy licenciado en Derecho y Master en Estudios Europeos por el Colegio de Europa. Desde 2008 pertenezco al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y trabajo para la Administración General del Estado. Anteriormente trabajé más de ocho años en la OSCE, la Asamblea de la OTAN y varias misiones de Naciones Unidas, principalmente en los Balcanes y alguna en África.

2 comentarios

Deja un comentario