El Arte de la Guerra.

Sun Tzu

Versión de Thomas Cleary, Doctor en Civilizaciones y Lenguas del Este asiático por la Universidad de Harvard.

El Arte de la Guerra es probablemente el tratado más prestigioso e influyente sobre estrategia y sus máximas se han aplicado con éxito al mundo de la política y de los negocios.

Este tratado se escribe en un contexto muy convulso de la historia de China, hacia mediados del siglo V antes de Cristo. Dos siglos antes, en el 722 a. C, la poderosa dinastía 周 Zhōu, se vio forzada a abandonar su capital, Haojing, y trasladarse al este, cerca de la actual Luoyang, dando inicio al Periodo de Primavera y Otoño (722 – 476 a. C.) [i], en el que se desmoronó el antiguo orden 周 Zhōu, y los 200 vasallos de los reyes Zhōu batallaron entre ellos para lograr la hegemonía.

Al final quedaron siete reinos (Zhōu, Yan, Qi, Wei, Han, Qin, Chu), los llamados Estados Centrales (Chung-kuo, nombre del cual procede el nombre en mandarín de la China actual), que lucharon por la supervivencia durante el periodo de los Estados o Reinos Combatientes (476-221 a. C.).  El cierre de esta etapa violenta ocurre en el 221 a. C., cuando el reino de Qin derrotó a todos los demás logrando la unificación del país, e inaugurando la China imperial.

Estos siglos de anarquía y declive en China fueron fructíferos en pensamiento filosófico y político, al igual que ocurrió en Grecia, Persia e India durante la Era Axial (800 – 200 a. C.[ii]). La sociedad se había desviado del camino correcto y los filósofos (tzu) recorrían las cortes de los estados centrales ofreciendo consejo y sus servicios. Así que tenemos no sólo una competición geopolítica entre reinos, sino también una competición intelectual entre las “Cien escuelas de pensamientoque surgieron para contestar a la pregunta sobre “el deber ser” en el ámbito moral y político.

William Kirby y Peter Bol de la Universidad de Harvard dividen estas Cien Escuelas de Pensamiento en función de las estrategias que persiguen:

(1) Centradas en alcanzar el bien, en la que incluyen a los humanistas Confucio (551 – 479 a. C), del que comentamos la obra Las Analectas en este blog hace unos años, y Mencio (372-289 a. C);

(2) Centradas en la supervivencia, por ejemplo, Lao-Tse – el viejo o venerable maestro-, contemporáneo de Confucio, mayor que este, y autor del Tao Te King (El camino y su poder), una obra emblemática del taoísmo; y

(3) Centradas en cómo frenar o controlar el caos en la que resaltan la figura de Sunzi (o en una de sus romanizaciones, Sun Tzu), al que se atribuye la obra de referencia en esta línea de pensamiento, El Arte de la Guerra, a la que dedicamos este post.

La guerra ocupó un lugar preeminente como objeto de reflexión en China. El Arte de la Guerra recoge una justificación de su objeto en su primer aforismo:

“La guerra es de importancia vital para un país; constituye la base de la vida y de la muerte, el camino de la supervivencia y de la aniquilación; por ello, es absolutamente indispensable examinarla”.

Muchas obras de la China clásica se ocupan de la guerra: Los Anales de Primavera y Otoño, recopilados por Confucio; en la obra clásica Los Analectas, Confucio anticipó el inicio del periodo de los Estados Combatientes. El asunto también fue objeto de reflexión en las obras de Xun Zi (s. IV – s. III), El Libro del Lord Shang (siglo IV a. C.), o Sun Pin (380-316 a.C.), este último pariente de Sunzi, que escribió una obra homónima.

La reflexión sobre la guerra no tiene paralelo en la cultura griega que sí cultiva, por el contrario, el heroísmo del guerrero. En su introducción a su edición de El Arte de la Guerra, Roger Ames, un académico canadiense que investiga la cultura china clásica con un enfoque deliberadamente alejado de los moldes de la cultura occidental, señala que la íntima relación entre filosofía y arte militar en China deriva del pragmatismo que caracteriza la filosofía clásica china y del concepto finalista de armonía u orden que persiguen filósofos y estrategas militares por igual, y que comentaremos más adelante.

La autoría del libro no es una cuestión pacífica. En la tradición se atribuye al estratega, general y filósofo chino Sun Wu, más conocido con el nombre de Sunzi, Sun Tzu o Maestro Sun, aunque se ha llegado incluso a cuestionar si Sun Wu llegó a existir o no. Según las Memorias Históricas, recopiladas en el año 91 a.C. por el historiador chino Sima Qian, Sun Wu nació en el estado de Ch´i, vivió entre el 544 y el 496 a.C., fue contemporáneo de Confucio, y sirvió como comandante del Rey Helu de Wu. El Maestro Sun aconsejó al Rey Helu en su campaña militar contra el estado de Chu, «para que aquel desplegase tropas de infantería en masa, en lugar de nobles en carros de cuatro caballos»[iii], una táctica a la que se le atribuye la impresionante victoria de Helu sobre su vecino, el poderoso Chu, en el año 506 a. C, convirtiendo Wu, un reino en los márgenes de los estados combatientes, en el más poderoso durante unos años.

Por otra parte, durante siglos existió una confusión histórica entre este libro y otro homónimo del estratega Sun Pin (380-316 a.C.), descendiente de Sun Wu. Desde el s. III d. C. hubo muchas dudas en cuanto a si Sun Wu y Sun Pin eran la misma persona. La confusión histórica acabó cuando en 1972 fueron descubiertas en dos tumbas de la dinastía Han (206 a. C. – 220 d. C.), en la provincia de Shandong, tablillas de bambú correspondientes a dos textos separados, uno atribuido a Sun Wu, que correspondía al texto conocido hasta entonces que databa de la dinastía Sung (960-1279), y el otro atribuido a Sun Bin, que explicaba y ampliaba el anterior.

Trabajo de restauración de los arqueólogos. Fuente: History recorded on bamboo

Una tesis extendida, aunque no aceptada por la mayoría de la doctrina, es que se trate de un texto compuesto, compilado a lo largo del tiempo, que representa los conocimientos acumulados por muchas personas durante siglos, muy probablemente discípulos de Sun Wu al que admiraban –ver la introducción de Roger Ames a El Arte de la Guerra o, en caso de querer profundizar sobre esta cuestión de la autoría, la introducción de Michael Nylan, profesora de historia en Berkeley-, en un proceso parecido a la elaboración de Los Analectas[iv].

Se trata de un libro breve, de fácil lectura, que recoge en trece capítulos un conjunto de aforismos, con consejos prácticos y detallados, que son interpretados por once estrategas que vivieron en tiempos de la dinastía Han, Liang, Tang y Sung. Una influencia viva que nos invita continuamente a pensar sobre nuestro tiempo y nos fuerza a alabar la clarividencia de Sunzi a la luz de acontecimientos actuales a los que se aplican sus máximas.

Los antecedentes de esta obra clásica se sitúan, en particular, en la gran tradición espiritual del taoísmo. Según Thomas Cleary, “se halla impregnada de las ideas de las grandes obras taoístas como el I Ching (El Libro de los Cambios) o el Tao Te King (El camino y su poder)” que datan de una etapa anterior, y continúa “El poder es continuamente atemperado por una profunda corriente subterránea de humanismo”. A lo largo de la historia china, el taoísmo ha sido una fuerza moderadora en las corrientes fluctuantes del pensamiento y de la acción humana, esforzándose siempre por fomentar el equilibrio entre los aspectos material y espiritual de la humanidad.

Javier Jordán cita a Sunzi, junto con Tucídides, Maquiavelo y Thomas Hobbes, como un antecedente histórico de la tradición realista en las relaciones internaciones y estudios estratégicos. El Arte de la Guerra incorpora un enfoque racional en lugar de emocional al problema del conflicto, demostrando que su comprensión puede conducir no solo a la solución, sino incluso a evitarlo.

¿Es El Arte de la Guerra favorable o contrario a la guerra?

Antes de adentrarnos en la obra, abordaremos esta cuestión tan debatida entre militares, políticos y estudiosos del texto, si el mensaje último de El Arte de la Guerra es favorable o contrario a la guerra. La historiadora Michael Nylan señala: “antes de hacer un llamamiento a las armas ante una eventual amenaza bélica, el Arte de la Guerra, se pregunta constantemente, de forma explícita e implícita, si otros métodos —que van desde la diplomacia al engaño—, no podrían ser mejor utilizados al servicio de la Nación”.

A lo largo del texto, Sunzi traslada desconfianza hacia la guerra que es destructiva incluso para los vencedores, a menudo contraproducente, y solo una acción razonable cuando no hay otra elección. Es también una alternativa muy costosa como se evidencia al final del tratado: «Como regla general, reunir a 100.000 tropas y enviarlas en campaña a 1.000 leguas de distancia cuesta 1.000 unidades de oro al día, incluyendo los gastos derivados de las Cien Familias y el mantenimiento de la casa del soberano».

No obstante, el Arte de la Guerra enseña a los comandantes de campo cómo asegurar la victoria final, cuando sea posible, así como la retirada honorable, cuando sea necesario. Muchos a lo largo de la historia han querido ver solamente esta parte y enfoque del tratado.

Thomas Cleary sugiere, para entender esta aparente contradicción entre las enseñanzas del rudo arte de la guerra y la desconfianza hacia ella, recurrir a la técnica de aprecio simultáneo de puntos de vista muy diferentes propia del taoísmo. La paradoja es una herramienta estándar de la psicología taoísta, que se utiliza para atravesar barreras imperceptibles de conciencia. Tal vez la paradoja de El Arte de la Guerra descansa en su oposición a la guerra: cuando El Arte de la Guerra hace la guerra contra la guerra lo hace son sus propios principios, infiltra leyes enemigas, descubre sus secretos y cambia el corazón de las tropas del adversario.

Lo mejor es vencer sin combatir”.

En la filosofía de Sunzi, el colofón del conocimiento y la estrategia es hacer que el conflicto sea simplemente innecesario, de ahí la máxima de “Lo mejor es vencer sin combatir”. Esta aproximación hacia la guerra se ha llamado minimalista. Según Javier Jordán se trata de la cúspide de la destreza militar, y en gran medida, esto es lo que se consigue con una disuasión exitosa. Sunzi habría anticipado hace más de 2300 años la fuerza de la disuasión, entendida como proceso de influencia por el que se intenta que un determinado actor no lleve a cabo una acción (que de otra forma sí realizaría) afectando al cálculo de coste / beneficio del actor disuadido.

Muy pocas personas escucharon el humanismo pacifista de Confucio y Mencio, no escuchaban porque no podían aplicar la política defendida por los primitivos confucianos en un escenario caótico. El Arte de la Guerra, por la naturaleza del asunto tratado, atrajo la atención de personas con pocas probabilidades de prestar una seria atención a las enseñanzas pacifistas de los humanistas clásicos.  El Maestro Sun hace que los lectores se detengan en los estragos de la guerra, desde sus fases iniciales de traición y alienación a sus formas extremas de asedio y ataques incendiarios.

La estrategia es el centro de gravedad de la obra, pero “no la estrategia tradicional que se circunscribe a la guerra. La estrategia de Sun Tzu sale del ámbito de la guerra para aplicarla a la política, donde se gestionan crisis” señalaba sobre este tratado hace unos años en Política Exterior Miguel Angel Ballesteros, en la actualidad Director del Departamento de Seguridad Nacional. Thomas Cleary señala que “no es solamente un libro que trata de la guerra sino también un libro sobre la paz y, sobre todo, un instrumento para comprender las verdaderas raíces del conflicto y de su resolución”.

La relevancia de la obra deriva de la importancia del pensamiento estratégico para la planificación militar y también en otros contextos como la enseñanza del “management” en las Escuelas de Negocios, la política, o la administración.  

Escribe Michael Nylan que “el Arte de la Guerra ha asumido un papel tan relevante en el mundo Occidental porque «la guerra es la fuerza que da sentido a nuestras vidas» y «todos nosotros, de forma colateral, vivimos ahora en zona de guerra». Además, somos tan propensos a definir el poder sobre la base de la acción violenta, tomando como referencia las metáforas de la vida que destacan la lucha, que nos parece natural que las lecciones de la guerra nos ayuden tanto en la oficina como en la cancha de deportes”.

Nos detendremos a continuación en las principales cuestiones que aborda Sunzi en esta obra dividida, en razón del tema tratado, en trece capítulos, a diferencia de Los Analectas de Confucio donde cuesta más apreciar el objeto de cada uno de los capítulos. No obstante, algunas cuestiones se tratan en diferentes capítulos.

Este tratado cumple, de manera categórica, con los requisitos
exigibles a cualquier texto considerado como «clásico»: tiene tanto que decirnos hoy en día como cuando fue escrito hace más de 2.500 años, y cada nueva lectura, nos aporta nuevos e inesperados significados. Siendo una influencia viva, nos detendremos en algunos casos en significados que nos ha sugerido su lectura, distinguiéndolos de los significados que el libro tuvo para su autor.

Capítulo 1. Criterios estratégicos.

En este primer capítulo se subraya la planificación como proceso clave antes de emprender cualquier acción y se proponen cinco elementos a considerar: el camino, el clima, el terreno, el mando y la disciplina.

Thomas Cleary señala que el camino, el “Tao”, es el Camino que induce a la gente a tener las mismas metas que sus dirigentes. Significa inducir a las tropas a que tengan el mismo objetivo que sus mandos.

La consideración del clima, la estación del año para la acción, también se relaciona con la preocupación por las personas, evitando la interrupción de las actividades productivas de las personas que dependen de las estaciones en las sociedades agrícolas antiguas –piénsese en la actividad militar en Roma cuando las legiones se reclutaban exclusivamente entre propietarios agrícolas antes de las reformas del general y político Cayo Mario a finales del s. II a. C–, o de las inclemencias del tiempo que pueden dañar u obstaculizar las tropas en el campo de batalla –el “General Invierno” en la guerra de Ucrania.

El terreno se considera teniendo en cuenta la distancia, el grado de dificultad de recorrido, las dimensiones y la seguridad –la distancia entre Estados Unidos y Taiwán es un impedimento mayor para garantizar la defensa de la isla frente a una eventual agresión china.

Los criterios para evaluar a los jefes militares, que se ofrecen en la obra, se basan en virtudes tradicionales que continuarán resaltándose durante siglos: la inteligencia, la honradez, la humanidad, el valor y la severidad. La cólera y la codicia son las causas fundamentales de la derrota, y el jefe militar tiene que actuar con total frialdad. Sin duda, el liderazgo es una clave de plena actualidad para el éxito de una empresa militar o comercial.

Por último, en la disciplina se encuadran la organización, la cadena de mando y la logística, todas ellas cuestiones de plena actualidad.

Sunzi concluye “…utiliza estos criterios para comparar y averiguar cuál es la situación”, y “las fuerzas han de ser estructuradas estratégicamente, basándose en lo que es ventajoso”. Aquí sugiere ya el concepto de ventaja estratégica (Shih), al que se referirá a lo largo del texto y especialmente en el capítulo V. 

“Una operación militar implica engaño. Aunque seas competente, aparenta ser incompetente”.

Un estratega habilidoso creará oportunidades mediante “tácticas suplementarias extraordinarias” que redundan en la manipulación de su situación y de la situación del enemigo. La más importante de esas tácticas, no la única, es el engaño: “Una operación militar implica engaño. Aunque seas competente, aparenta ser incompetente”. Innumerables ejemplos de la relevancia de esta máxima, baste recordar el caballo de Troya o la operación británica “carne picada” durante la II Guerra Mundial en la que los aliados hicieron creer al alto mando de Hitler que el desembarco aliado en el Mediterráneo en 1943 sería en Grecia y no en Sicilia.

En definitiva, el primer capítulo introduce los tres principales elementos del Arte: el físico, el social, y el psicológico.

En cuanto a Los aspectos psicológicos que se examinan en la obra, comenta Michael Nylan: “El corazón humano es igualmente misterioso. Por esta razón, un buen líder debe poseer una verdadera inteligencia (en ambos sentidos de la palabra). Debe de conocer los fundamentos de la psicología humana (como, por ejemplo, el uso del miedo o las ventajas de la técnica del palo y la zanahoria, etcétera), pero además debe tener una fuerte comprensión de la infinita riqueza y variedad de la experiencia humana”.

Este conocimiento se muestra en el capítulo 11 en el que señala:

“Emplea a tus soldados sólo en combatir, sin comunicarles tu estrategia. Déjales conocer los beneficios que les esperan, pero no les hables de los daños potenciales. Si la verdad se filtra, tu estrategia puede hundirse. Si los soldados empiezan a preocuparse, se volverán vacilantes y temerosos.

Colócalos en una situación de posible exterminio, y entonces lucharán para vivir. Ponles en peligro de muerte, y entonces sobrevivirán. Cuando las tropas afrontan peligros, son capaces de luchar para obtener la victoria.”

En este terreno psicológico, Miguel Angel Ballesteros subrayaba que “Las estrategias preconizadas por el maestro conducen a las llamadas operaciones psicológicas y de información que son hoy una parte importante de la acción militar; esto es, dañar la resistencia psicológica y moral del adversario para vencer incluso sin luchar.” Estas operaciones son parte de las llamadas estrategias indirectas que favorece el maestro en el capítulo 6.

Capítulo 2. En medio de la batalla.

El énfasis se pone en la rapidez y la eficacia, con una clara recomendación de no prologar las operaciones, especialmente en lugares distantes.

Capítulo 3. La planificación de un asedio.

Comienza este capítulo esbozando el principio general de conservación, o lo que algunos han visto como el objetivo permanente de evitar la escalada del conflicto: “mejor conservar un país [enemigo] intacto que destruirlo”, porque es mejor ganar sin luchar “los que consiguen que se rindan impotentes los ejércitos ajenos sin luchar son los mejores”. Esta cuestión, por su relevancia y transversalidad, ha sido tratada más arriba.

A continuación, propone una escalera de actuaciones. En primer lugar, será mejor vencer a los adversarios al principio frustrando sus planes; si ello no es posible, habrá que aislarles “lo mejor es atacar las alianzas”, o bien en el sentido de meter una cuña entre aliados o, bien, aliándose con países fuertes para ganar por intimidación –aumentando en cualquier caso tu poder relativo-. La siguiente táctica será atacar el ejército enemigo; y el último recurso, será el asedio de una ciudad.

“Ganan los que saben cuándo luchar y cuándo no”.

El capítulo continúa esbozando estrategias de acción según la correlación de fuerzas de los contendientes y recomendando evitar, si es posible, las circunstancias desfavorables. Para Sunzi “ganan los que saben cuándo luchar y cuándo no”. De nuevo insiste sobre la necesidad de evaluar la situación propia y ajena, antes de decidir.

También se tratan aquí (y después en el capítulo 8) las relaciones entre autoridades civiles y militares. La norma general para el uso de la fuerza militar consiste en que el mando del ejército reciba órdenes de la autoridad civil y después reúna y concentre a las tropas. Sunzi advierte que “existen tres formas en las que un gobierno civil lleva al ejército al desastre”:

1. Ignorando los hechos, ordena avanzar o retirarse.

2. No tiene conocimientos militares, pero comparte el mando del ejército –un ejemplo actual sería la confusión en la cadena de mando que acompaña desde su fundación al Ejército de Liberación Popular en el que los comisarios políticos y los comandantes tienen la misma autoridad.

3. Y comparten dirección de maniobras militares.

Su punto de partida es que en el campo de batalla la clave de la victoria es el conocimiento íntimo de la situación real, por lo que no debe haber interferencias de la autoridad civil. No obstante, la guerra no debe ser iniciada por los militares.

Capítulo 4. El orden de batalla (Hsing).

Aborda aquí uno de los temas más importantes de la estrategia y del combate: la adaptación, de la que se hablará en el capítulo 6, y la inescrutabilidad. Esta significa percepción de lo que es invisible a los demás y respuesta a las posibilidades que todavía no han sido discernidas por aquellos que consideran solo lo obvio. Al ver las ocasiones que se presentan antes de que sean visibles para los demás, y al ser rápidos para actuar, la victoria segura se basa en el conocimiento de cuándo hay que actuar y cuándo no hay que actuar.

El conocimiento que no va más allá de lo que conocen todos no es realmente bueno, señala el comentarista Li Quan. Lo que todo el mundo conoce no se llama sabiduría, ratifica Wang Xi.

«Los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que no pueden perder

El terreno significa lugar de importancia estratégica (hsing): hacerse fuerte en un paso estrecho en las montañas en el que un pequeño contingente puede frenar a un ejército invasor más numeroso. Roger Ames diferencia entre hsing (posición estratégica) y shih (ventaja estratégica) en que hsing se limita a aspectos tangibles y a la disposición de un ejército sobre el terreno, mientras que shih incluye intangibles como la moral, la oportunidad, el momento, la psicología y la logística.

Capítulo 5. La fuerza (shih)

En este capítulo se pone el énfasis en el ímpetu, la estructura dinámica de un grupo en acción y sus claves: las capacidades organizativas, la coordinación y la utilización combinada de los métodos ortodoxos de la guerra y de los métodos de la guerrilla.

Para Thomas Cleary, la esencia de las enseñanzas de Sunzi sobre la fuerza consiste en la unidad y la coherencia de una organización, sirviéndose del impulso del ímpetu en lugar de basarse en las cualidades y talentos individuales. Este reconocimiento del poder del grupo es de hecho uno de los elementos definitorios de la cultura china según David N. Keightley de Harvard. Se pone énfasis en el grupo que compensa desproporciones internas y garantiza que se funcione como un solo cuerpo. Este principio aparta El Arte de la Guerra del individualismo idiosincrásico de los espadachines samuráis del Japón feudal.

Roger Ames emplea el término ventaja estratégica (shih), en su traducción del título y objeto de este capítulo. El punto de partida es la constatación de que la guerra no ocurre en el vacío, sino en un entorno geográfico y en un contexto socio-político, condiciones que cambian con el tiempo. Shih comprende el conjunto de tangibles e intangibles (la moral, la oportunidad, el momento, la psicología y la logística) que definen la situación de uno mismo, y la posibilidad de un estratega habilidoso de sacar provecho de esas condiciones.

La base política de la fuerza militar o la base social de cualquier organización es la fibra moral, la coherencia de orden social, la moral común; por eso en condiciones apropiadas (justicia, orden, cohesión y moral) un pequeño grupo podría vencer a un gran grupo. Sunzi subraya la unidad de voluntades como origen esencial de la fuerza.

Las apelaciones al orden y a la armonía son un tema recurrente en la filosofía clásica china muy presente en la obra de Sunzi. El orden es una consecuencia de múltiples particulares que constituyen la totalidad de las cosas existentes. El hombre tiene una naturaleza grupal en la filosofía clásica china y se concibe como un conjunto de roles e interacciones que se organizan jerárquicamente gracias a la existencia de la autoridad. El mantenimiento del orden y la armonía social constituyen la base legitimadora del Estado. El derecho de rebelión y el derrocamiento de la dinastía Shang a manos de la dinastía Zhou se justificó en que la dinastía derrocada no había cumplido el mandato del cielo y había sido incapaz de mantener el orden social.

Capítulo 6. Vacío y el lleno.

Aquí se recoge uno de los conceptos fundamentales taoístas: estar lleno de energía y, al mismo tiempo, vaciar de ella a los adversarios, para hacerse invencible y enfrentarse solo a los enemigos cuando son vulnerables. Una de las tácticas es muy conocida: “Los buenos guerreros hacen que los demás vengan a ellos, y no van hacia los demás. Los buenos guerreros llegan primero al campo de batalla y esperan al adversario en una posición descansada.”

La idea de conservar la propia energía mientras se induce a los otros a disipar la suya sugiere estrategias de bloodletting, alimentando indirectamente un conflicto armado donde se desangra una potencia rival.

“Pruébalos para averiguar sus puntos fuertes y sus puntos débiles”

Los principios del vacío y del lleno también se han entendido por muchos como puntos débiles y puntos fuertes. Dice el maestro “Pruébalos para averiguar sus puntos fuertes y sus puntos débiles”. A este respecto, comenta Miguel Angel Ballesteros: “La estrategia del maestro chino, es la que Liddell Hart llama “estrategia indirecta”, consistente en desequilibrar al enemigo mediante la dislocación física o moral actuando sobre sus puntos débiles y evitando los fuertes” frente a la aplicación primaria del poder de forma directa, lanzando el grueso de nuestras fuerzas sobre los puntos fuertes del enemigo, buscando así la acción decisiva, la estrategia directa preconizada por Carl von Clausewitz.

Sunzi propuso hace 2500 años nuevas formas para que la astucia y la agilidad del pensamiento sustituya a la fuerza por sí sola y en todo caso se le saque mayor provecho.

Capítulo 7. La lucha armada.

En este capítulo se recopilan temas ya tratados anteriormente y se subraya la importancia de la preparación e información previa antes de entablar combate. Sunzi aconseja:

  • “Actúa después de haber hecho una estimación…”
  • Conocimiento del terreno “utiliza guías locales”;
  • “Una fuerza militar se establece mediante el engaño” en el sentido que engañas al enemigo para que no pueda conocer cuál es tu situación real;
  • Evitar a los fuertes “evitar la confrontación contra formaciones de combate bien ordenadas”
  • “Hay que dejar una salida a un ejército rodeado” para mostrarles un camino hacia la vida porque en caso contrario lucharán hasta la muerte.

Capítulo 8. La adaptación.

En este capítulo se incide sobre la disposición de los generales a la adaptación como factor clave para sacar ventaja del terreno. La adaptación depende de la presteza, que no solo significa una preparación material; sin un estado mental adecuado, el puro poder físico no es suficiente para garantizar la victoria.

«Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando  y adaptándose según el enemigo

En el capítulo VI ya se había referido a la adaptación. Yin (así se refiere Roger Ames a este principio) nos invita a adaptarnos a la situación para identificar las mejores oportunidades con el fin de cumplir nuestros objetivos: “se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.”

A este respecto, Miguel Angel Ballesteros indica “Al igual que el agua, los ejércitos, para Sun Tzu, no tienen forma fija, sino que deben saber adaptarse a cada circunstancia y a cada operación. Esta idea está en consonancia con la orientación de los ejércitos modernos, que crean unidades para cada operación y comienzan a utilizar el concepto de “modularidad”.

Capítulo 9. Maniobras militares.

Sunzi vuelve sobre los tres aspectos del arte del guerrero: el físico, el social y el psicológico. Recomienda los terrenos que obviamente aumentan las posibilidades de victoria (terrenos elevados, ricos en recursos).

En este capítulo también lanza una serie de consejos muy concretos sobre qué hacer dependiendo del terreno (montaña, río, llanura, meseta) en el que se mueve el ejército, y recoge de forma detallada alertas: “cuando los árboles se mueven, el enemigo se está acercando”; “si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas emboscadas en el lugar”.

Los factores sociales y psicológicos pueden compensar la inferioridad numérica de un ejército. Según el maestro Sun,“En asuntos militares, no es necesariamente más beneficioso ser superior en fuerzas….”. Recalcando el esfuerzo de grupo, al que nos referíamos anteriormente, continúa: “El individualista sin estrategia que toma a los adversarios a la ligera caerá inevitablemente preso”.

Capítulo 10. El terreno.   

Continúa desarrollando los conceptos de las maniobras y adaptación táctica, esbozando los tipos de terreno y las formas de adaptarse a ellos. Continúa insistiendo sobre las deficiencias organizativas fatales de las que la dirección es responsable y pone el énfasis en la moral de la unidad: “Cuida a tus soldados como hijos queridos y estos estarán dispuestos a morir por ti”.

“Cuando te conoces a ti mismo y a los demás, la victoria no corre peligro”

Este capítulo insiste en la inteligencia y conocimiento preparatorio, en la conciencia clara de las capacidades propias y del adversario, y la disposición del terreno: “Cuando te conoces a ti mismo y a los demás, la victoria no corre peligro; cuando conoces el cielo y la tierra, la victoria es inagotable”.

Quizás sea este uno de los mensajes más profundos y relevantes de este libro. Cualquier victoria depende del conocimiento que tengamos de nosotros mismos, al menos tanto como el de la otra parte proyectada como obstáculo. A este respecto señala Michael Nylan: “El Arte de la Guerra instruye al lector en el arte de conocerse a sí mismo, antes de intentar dirigir a otros tanto en los grandes asuntos como en los pequeños.”

Capítulo 11. Las nueve clases de terreno.

Se vuelve al asunto del terreno, diferenciando entre nueve clases de terreno, y describiendo las tácticas adecuadas para cada tipo de terreno, añadiendo elementos sociales y psicológicos en la medida en que esos son parte de la adaptación a los diferentes terrenos.

Capítulo 12. El ataque mediante el fuego.

“Un gobierno no debe movilizar a un ejército por ira, y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera”.

Se recogen consideraciones tácticas para llevar a cabo ataques incendiarios. Comenta Thomas Cleary que teniendo en cuenta que se trata del ataque más perverso en un sentido material, en este capítulo se encuentra la defensa más apasionada de la humanidad cuando se hace eco de la idea taoísta de que las armas son instrumentos de mal agüero y deben ser utilizadas cuando son inevitable”.

Capítulo 13. Sobre la utilización de los espías.

En este capítulo se abunda en un tema ya tratado, el conocimiento del adversario: “lo que posibilita a un gobierno inteligente y a un mando militar sensato vencer a los demás y lograr triunfos extraordinarios es la información previa”.

«Debes buscar agentes enemigos que hayan venido a espiarte, sobornarlos inducirlos a pasarse a tu lado, para poder utilizarlos como agentes dobles»

Se diferencia entre cinco tipos de agentes: el nativo, el interno, el doble, el liquidable, y el flotante. Entre ellos subraya que los agentes dobles son claves y “deben ser bien tratados”. Justifica el espionaje en la relevancia del conocimiento del adversario antes de comenzar una guerra que “significa un gran esfuerzo para el país …” y puede durar muchos años para obtener una victoria de un día.

@lamiradaaoriente


[i] Confucio revisó y compiló los principales eventos de primavera y otoño en el libro 春秋 Chūn qiū, Anales de primavera y otoño, abarcando 242 años de historia.

[ii] La Era Axial es un término acuñado por el filósofo alemán Karl Jaspers para denominar un tiempo caracterizado por el auge de la actividad reflexiva, el poder de las ideas y la aparición en público de los filósofos en Europa, India y China.

[iii] Sunzi alude aquí a la transformación de la composición de los ejércitos chinos que tuvo lugar desde mediados del primer milenio a medida que la guerra se generalizaba entre los siete Reinos Combatientes. Hasta el siglo V a. C., los aristócratas copaban el ejército y, por tanto, los ejércitos eran pequeños. Progresivamente un proceso de profesionalización abrió las puertas de los ejércitos a soldados campesinos, plebeyos que permitieron reclutar ejércitos más grandes y se convirtieron en la clave del poder de los gobernantes en los primeros imperios de Zhanguo tardío, Qin y Han occidental. Escribe Michael Nylan en relación con este asunto:

“Mientras que a finales del siglo v a.C., rara vez un ejército había desplegado más de 50.000 soldados, hacia el año 260 a.C. el reino de Zhao dispuso de un ejército de 400.000 hombres para resistir una invasión del rey Qin; y en el año 225 a.C., el general Wang Jian 王翦, a las órdenes del entonces rey Qin (entre los años 230 y aproximadamente el 210) solicitó una fuerza de 600.000 hombres para invadir Chu.”

El hecho de que reyes y emperadores consideraran a estos soldados plebeyos esenciales, ayuda a explicar la sorprendente tendencia de muchas obras maestras de los primeros imperios —y no solo de textos «confucianos»—, que instan a los gobernantes de la época a una «política del bien común».

[iv] El general de brigada Samuel B. Griffith (fallecido en 1983) fue uno de los primeros traductores occidentales de esta obra, dirigida a los lectores estadounidenses mientras se desarrollaba la guerra de Vietnam (1954-1975). Según Griffith, esta obra se debe haber escrito bien entrado el periodo de los Reinos Combatientes (476-221 a. C.), a la vista de las alusiones a la profesionalización de los ejércitos, el tamaño de los ejércitos, o la separación entre status aristocrático y servicio en el ejército.

Por La mirada a Oriente

Me interesa entender qué ocurre fuera de nuestras fronteras, analizar por qué ocurre y proyectar escenarios sobre qué puede pasar. Mi formación es multidisciplinar. Tengo un Grado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad de Londres - London School of Economics and Political Science. También soy licenciado en Derecho y Master en Estudios Europeos por el Colegio de Europa. Desde 2008 pertenezco al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y trabajo para la Administración General del Estado. Anteriormente trabajé más de ocho años en la OSCE, la Asamblea de la OTAN y varias misiones de Naciones Unidas, principalmente en los Balcanes y alguna en África.

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