Desde que el presidente Trump renegó en mayo de 2018 del Acuerdo Nuclear con Irán, negociado por la administración Obama entre 2011 y 2015 y firmado por seis grandes potencias en 2015, la escalada de tensión entre Washington y Teherán ha ido in crecendo. Los ataques sufridos ayer por dos petroleros, uno noruego y otro japonés, en el Estrecho de Ormuz, por el que pasa el 20% del petróleo mundial, se suman a incidentes parecidos ocurridos el 12 de mayo con cuatro petroleros.
Esta vez, Mike Pompeo, secretario de Estado de EE.UU., basándose en «el contexto de 40 años de agresiones de Irán» o «la sofisticación de los ataques que solo está al alcance de Irán», ha acusado a Irán de estar detrás de los ataques. Nada de hard evidence, según toda la prensa internacional. Por su parte, Irán ha insinuado la existencia de una mano negra, argumentando la inconveniencia de estos ataques para Irán, justamente cuando el Líder Supremo de la Revolución, Ali Jamenei, recibía la visita del primer ministro japonés, principal cliente del petróleo iraní y portador de una oferta de Trump para negociar un nuevo acuerdo.
¿Cómo hemos pasado en menos de tres años de la distensión con EE.UU. que prometía en 2016 la vuelta de Irán a la comunidad internacional a este escenario pre-bélico?
Hace seis años el centrista Hassan Rouhani llegó a la presidencia de la República Islámica, con un respaldo popular mayoritario a su agenda moderada orientada al desarrollo económico y la superación del aislamiento internacional, exigiendo ambos objetivos una resolución diplomática del conflicto nuclear con Estados Unidos. Para entonces, el Líder Supremo de la Revolución llevaba varios años manteniendo contactos con Estados Unidos a través de Omán y quizás encontró en Rouhani, que en 2003 ya había dirigido el equipo negociador iraní, el hombre que buscaba para alcanzar un acuerdo con Estados Unidos.
Teniendo en cuenta esos antecedentes, no es sorprendente que en tan solo unos meses la administración Rouhani, con su ministro de asuntos exteriores a la cabeza, Javad Zarif, educado en Estados Unidos, negociasen con éxito un acuerdo interino que establecía limitaciones al programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones a las exportaciones de crudo del país persa. Un año y medio después ese acuerdo interino se convirtió en el “Plan de Acción Integral Conjunto”, el llamado Acuerdo Nuclear, acordado entre Irán y los Estados Unidos de América, Rusia, China, Reino Unido, Francia, Alemania y la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (en adelante, el Grupo E3/UE+3).
El Acuerdo Nuclear, hecho público el 14 de julio de 2015, estableció un conjunto de limitaciones al programa nuclear iraní durante al menos una década y un régimen intrusivo de verificación del cumplimiento iraní del PAIC a cargo de los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica. A cambio, Irán obtenía el levantamiento de todas las sanciones vinculadas a su programa nuclear y del embargo de armas convencionales, como muy tarde, en cinco años y de tecnología para misiles balísticos, como muy tarde, en ocho.
En enero de 2016 comenzó la aplicación del Acuerdo Nuclear y la economía iraní siguió su senda de recuperación y superación de la recesión que arrastraba desde 2011. En 2016 y 2017 los candidatos moderados al Majlis, con el apoyo de Rouhani, ganaron las elecciones legislativas y el presidente Rouhani se impuso con una mayoría absoluta aplastante en primera vuelta de las presidenciales iraníes en mayo de 2017.
No obstante, el presidente Rouhani echaba en falta el dividendo de la paz, el ansiado desarrollo económico gracias a las inversiones que se esperaban del final del conflicto nuclear.
2018 fue un año de inflexión. El presidente Donald Trump, que había llegado a la Casa Blanca en enero de 2017, se lanzó a deshacer los logros del presidente Obama en política exterior. Su hostilidad hacia Irán llevó a su administración a hablar de nuevo de una política de cambio de régimen en Irán, un objetivo abandonado hacía décadas.
Frente al calculado equilibrio entre Irán y Arabia Saudí que imprimó Obama en su política en Oriente Medio, el republicano Trump apostó desde un principio por Arabia Saudí, país que desde la llegada del Rey Salman en 2015 se había consagrado a contener el empuje iraní en Oriente Medio. El régimen islámico iraní ha forjado en su 40 años de existencia una esfera de influencia en Oriente Medio que flanquea Arabia Saudí, la llamada «Media Luna Creciente Chií»: desde las milicias hutíes en Yemen, pasando por los regímenes amigos de Omán y Catar, hasta el núcleo duro de los regímenes aliados en Iraq, Siria, Hizbollah en el Líbano y HAMAS en Gaza. Es una amenaza existencial para la Casa de Saud (para un análisis sobre las claves del conflicto entre saudíes e iraníes se puede ver mi papel GESI de octubre de 2018).
En Mayo de 2018 el presidente Trump retiró a los Estados Unidos del Pacto Nuclear, con la intención de presionar a Irán para que aceptase un acuerdo más amplio que limitase sus actividades externas en la región , y EE.UU. lanzó una oleada de sanciones contra la industria del automóvil, la aviación y la banca iraníes. Y después centró el tiro en el sector del petróleo que representa casi el 14% del PIB iraní. De nada sirvieron las protestas de los otros dignatarios del Pacto Nuclear, las reticencias de sus socios en la Alianza Atlántica o la reiterada verificación por parte de Naciones Unidas del escrupuloso cumplimiento del Acuerdo Nuclear por parte del gobierno iraní. La Unión Europea protestó y se comprometió a salvaguardar el Pacto Nuclear aunque pronto se vio desbordada por la política agresiva de Estados Unidos hacia Irán y tuvo que allanarse a la dependencia y vínculos estratégicos y económicos con los Estados Unidos.
Las sanciones han sumido a Irán en una nueva crisis económica y política grave: la pérdida de 2/3 del valor del rial iraní, el aumento del desempleo y unas inversiones extranjeras muy tímidas han dañado el proyecto centrista del presidente Hassan Rouhani, al que el giro copernicano de Trump contra el Pacto Nuclear dejó sin su principal baza política. Las críticas de su gestión abundan entre los hardliners, en el Consejo de los Guardianes, en el Majlis aunque el bando reformista y centrista era mayoritario en el Parlamento e incluso proceden del Líder Supremo que recientemente se ha distanciado del Pacto Nuclear. En 2020 y 2021 tendrán lugar las elecciones legislativas y presidenciales. El abandono occidental y europeo de la causa iraní deja a los iraníes sin más opciones en política exterior que Rusia y China.
No obstante, la presión económica no ha puesto de rodillas al régimen iraní y el presidente Trump ha dado un paso más en su apuesta contra Irán, a través de un refuerzo militar en la zona que puede conducir al desastre si el Congreso de los Estados Unidos no logra recuperar el poder para declarar la guerra que ha cedido al presidente durante las últimas décadas. Hace un mes la administración Trump envió al Estrecho de Ormuz el Grupo de Combate USS Abraham Lincoln, el mayor grupo de combate de los Estados Unidos a la hora de proyectar poder más allá del Golfo de México, formado por un portaaviones, diez fragatas y destructores, más de 65 aviones, submarinos nucleares y dotado con tripulaciones de 7500 hombres. Se une este Grupo de Combate a los más de 50000 soldados estadounidenses que sirven en bases americanas los países del Golfo, en Iraq y Afganistán.
La República Islámica difícilmente podría resistir una embestida de EE.UU con sus medios convencionales, muy inferiores a los del gigante norteamericano o a los de A. Saudí, pero tiene a su alcance un elenco de milicias aliadas en todo Oriente Medio que pueden golpear a Israel y a las tropas norteamericanas en la región, y está a la vanguardia en la guerra electrónica y asimétrica.
Probablemente, ni siquiera Trump, menos aún Jamenei quieren una guerra, pero la escalada de tensión que ha instigado el presidente Trump desde 2017, incrementa las probabilidades de un accidente, de un encontronazo fortuito que podría desencadenarla. Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, se refirió a este riesgo en el día de ayer, llamando a rebajar la tensión con Teherán.
Donald Trump ha arruinado el acuerdo de no proliferación nuclear de mayor calado y alcance de la última década y ahora podría embarcarnos en una guerra con Irán, que podría incendiar Oriente Medio con incalculables pérdidas de vidas humanas y, junto con las tensiones derivadas de la guerra comercial con China, acelerar la desaceleración económica mundial. Un conflicto armado en Oriente Medio dispararía el precio del petróleo para regocijo de Rusia , y será un fastidio para los europeos que pagaremos la factura de un petróleo más caro.