El pasado sábado (implementation day) comenzó la ejecución del acuerdo nuclear alcanzado en julio pasado entre Irán y el Grupo de 5+1 una vez que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ratificó que Irán había enviado el 98% de sus “stocks” de uranio enriquecido a Rusia y desmantelado alrededor de 12.000 centrifugadoras. El OIEA ya cerró la otra pata del caso contra Irán hace unas semanas, la posible dimensión militar del programa nuclear iraní. El Organismo verificaba así la transparencia y el carácter civil del programa nuclear iraní. Ahora le tocaba el turno a Occidente y no defraudó. EEUUs y la UE levantaron las sanciones financieras y a la industria del petróleo que han asfixiado la economía iraní en los últimos años.
Irán tendrá acceso a 100.000 millones de $ congelados (50.000 según otras fuentes) en cuentas extranjeras procedentes de la venta de crudo y se espera que aumente la exportación de crudo en más de 600.000 barriles de petróleo diarios a partir de este año, creciendo su economía a un 5% anual, según el FMI.
Todo ello afectará a un Oriente Medio en plena transformación merced a la resaca de la mal llamada Primavera Árabe y al nuevo contexto estratégico. El repliegue militar de EEUUs después de décadas de intervenciones militares, el desinterés estratégico americano que perciben los saudíes y la política «pívot to Asia» del presidente Barack Obama han dado alas a una pugna sin cuartel entre A. Saudí e Irán por el liderazgo regional. La ejecución del acuerdo nuclear modificará, sin duda, la distribución del poder en beneficio de Irán, un país que aspira a recuperar las cotas de poder que tuvo en su pasado imperial con las dinastías Aqueménida y Sasánida.
El fin del aislamiento diplomático y el despegue económico reforzarán la política exterior iraní centrada en la defensa de sus aliados clave en la región, Siria, Irak y Hezbollah, amenazados por el avance del Estado Islámico. En esos escenarios y en el Líbano, Bahrein y Yemen, Irán choca con Arabia Saudí, el bastión del status quo en Oriente Medio y de la dominación sunita de antaño. La vuelta de Irán a la comunidad internacional coincide con el debilitamiento de las potencias sunitas: la caída de Saddam Hussein en Irak, otrora un contrapeso efectivo de las aspiraciones iraníes, y el ensimismamiento de Egipto en sus problemas internos. Actualmente Arabia Saudí se encuentra bajo la amenaza de una «tormenta perfecta», enfangada en una guerra sin fin en Yemen contra los houthies (chiítas) que la distrae de otro enemigo declarado aún más peligroso, el Estado Islámico, y con problemas para mantener la paz social que el generoso Estado del Bienestar saudí ha garantizado gracias a los cuantiosos ingresos del petróleo.
La ejecución del acuerdo coloca un nuevo ladrillo en la recomposición de las relaciones diplomáticas con EEUUs, interrumpidas desde 1979. Además, la negociación exitosa de un canje de prisioneros entre ambos países que incluía al periodista del Washington Post Jason Rezaian y la reciente liberación en pocas horas de los marinos norteamericanos que se adentraron por error en aguas territoriales iraníes aportan más confianza a esas relaciones. Todo parece presagiar una probable ampliación de la cooperación a otras áreas, por ejemplo, la lucha contra el Estado Islámico que es prioritaria para ambos.
El levantamiento de las sanciones económicas modificará, en mayor o menor medida, el equilibrio de fuerzas en la política interna iraní. Impulsará las aspiraciones de las facciones reformista y moderada en las elecciones del próximo 14 de febrero al Majlis (Parlamento) y a la Asamblea de Expertos (institución encargada de elegir al Líder Supremo). A la vista de la delicada salud del Líder Supremo Ali Jamenei, esos comicios se antojan decisivos en la lucha por el poder dentro del régimen. La facción ultraconservadora, que ha intentado por todos los medios abortar la apertura diplomática del presidente Rouhani, perderá adeptos. No obstante, se necesita ser cautos:
1. Estamos a menos de un mes de la cita electoral, poco tiempo para que se dejen sentir los beneficios de la integración de Irán en la economía internacional.
2. El precio del petróleo, el principal ingreso de Irán, está por los suelos, por debajo de los $30 por barril y las expectativas no son nada halagüeñas.
3. El Consejo de los Guardianes, una suerte de tribunal constitucional controlado por el Líder Supremo y con prerrogativas de veto de los candidatos a las elecciones, puede frustrar las aspiraciones de los candidatos de las facciones moderada y reformista. Ya lo ha hecho en elecciones anteriores y Ahmad Jannati, su presidente, ha anticipado que lo hará de cara a estos comicios.
4. Por último, otro polo principal de poder, la Guardia Revolucionaria, la joya de la corona de las Fuerzas Armadas iraníes, se encuentra en manos de los más conservadores y responde directamente al Líder Supremo.
Los efectos positivos del fin del aislamiento económico sí se notarán en 2017, cuando el presidente Rouhani se someta a la reelección. Fue él el que apostó por la negociación en la campaña electoral del verano de 2013 para resolver el conflicto nuclear, con el apoyo condicionado del Ayatolá Ali Jamenei.
Sin duda, el Hojatoleslam Rouhani acaba de dar un paso de gigante en su carrera hacia un segundo mandato presidencial gracias a este éxito diplomático.
17 de enero de 2016