Recomiendo este artículo de la periodista iraní Camelia Entekhabifard en Le Monde Diplomatique (septiembre 2015) sobre las repercusiones del acuerdo nuclear del pasado julio en la política interna iraní.
Entekhabifard sostiene que el centro de gravedad de la motivación iraní para ceder y aceptar limitaciones en su programa nuclear se encuentra en el miedo del régimen a un escenario de revueltas populares impulsadas por el deterioro de las condiciones de vida y la pobreza de la sociedad iraní después de años de sanciones económicas. En este sentido, el acuerdo nuclear, de ratificarse, garantizará la supervivencia del régimen nacido de la Revolución Islámica de 1979, el mayor legado que el Líder supremo, el Ayatolá Ali Jamenei, podría dejar a su sucesor. Esta es una de las explicaciones que hemos reiterado desde el principio en este Blog para entender la postura iraní en la negociación nuclear.
El acuerdo nuclear afectará la lucha partidista limitada en el seno de la autarquía competitiva iraní. En 2016 las facciones ultraconservadora, moderada, y reformista se juegan quién determinará el rumbo del país a medio y largo plazo. El 26 de febrero es la fecha escogida para las elecciones al “Majlis”, el parlamento iraní y a la Asamblea de Expertos, una antesala de las elecciones presidenciales de 2017. Las legislativas dirimirán si los conservadores moderados y reformistas repiten el éxito de 2013 cuando auparon a la presidencia al centrista Hasan Rouhani merced a la división de los conservadores.
Las elecciones a la Asamblea de Expertos, la institución competente para elegir al Líder Supremo de la Revolución -la magistratura más poderosa del régimen iraní-, han adquirido un valor añadido a la vista de la delicada salud de su actual titular, el Ayatolá Ali Jamenei (75 años). Todo el mundo da por hecho que la Asamblea renovada en 2016 por ocho años será la encargada, a su debido tiempo, de designar al sucesor de Ali Jamenei.
El análisis predominante sugiere que el desarrollo económico que se derivará del levantamiento de las sanciones favorecerá las expectativas de una coalición de moderados y reformistas en las legislativas de 2016 y dará un empujón a las ambiciones políticas de Rouhani en las presidenciales de 2017. Con este acuerdo Irán doblará su producto interior bruto en los próximos 15 años y recibirá inversiones millonarias que revolucionarán su principal industria: los hidrocarburos (es el 4º país del mundo en reservas de petróleo y 2º en reservas de gas). Con unas perspectivas de negocio tan atractivas Occidente y Oriente por igual han enviado a Teherán en las últimas semanas a sus principales dignatarios, acompañados de empresarios, para abrirse camino en la economía iraní.
No obstante, como apunta Entekhabifard, los efectos positivos del levantamiento de las sanciones no se dejarán sentir de forma inmediata. Por tanto, Rouhani precisará una buena gestión de las colosales expectativas creadas por el acuerdo nuclear para que la frustración popular con la demora de la mejoría económica no genere desafección hacia su gobierno. No olvidemos que Rouhani prometió algo más que un acuerdo nuclear con Occidente, se comprometió a mejorar las condiciones de vida de los iraníes y los derechos civiles.
A los más conservadores no sólo les da miedo el rédito electoral que sacarán Rouhani y los reformistas en febrero de 2016. Les horroriza pensar en el acuerdo nuclear como una coartada para el cambio político. A pesar de las promesas de Rouhani de ampliar los derechos de la sociedad civil y de las mujeres, estas iniciativas y otras de igual calado parecen menos probables de cuajar a la vista de la resistencia del Ayatolá Ali Jamenei y del establishment conservador.
Recordemos que el acuerdo nuclear alcanzado en Viena se ha fraguado a pesar de la oposición de los más conservadores porque ha tenido el respaldo del Ayatolá Ali Jamenei ab ovo. El Líder Supremo autorizó y amparó unas conversaciones con EEUUs en Omán meses antes de la llegada al poder de Rouhani, las cuales desembocaron en el acuerdo interino de Ginebra de 2013 con el Grupo 5+1 (ya con Rouhani en la presidencia).
La apertura política es otro cantar. El Ayatolá Ali Jamenei frenará en seco todo destello de reforma política. Jamenei contrarrestará el aperturismo político del acuerdo nuclear con dosis suficientes de activismo exterior (Irak, Siria, Líbano,) para mantener vivas las credenciales revolucionarias y el antiamericanismo entre las bases conservadoras del régimen. En casa atará en corto a la administración Rouhani y vetará cualquier reforma social y cultural que ponga en peligro el legado de la revolución.
De hecho, Ali Jamenei y los conservadores ostentan el poder suficiente para obstaculizar el cambio político. Controlan casi todos los engranajes del poder duro y blando para defender sus intereses a través de la Guardia Revolucionaria y del Consejo de los Guardianes. La Guardia Revolucionaria o Pasdarán se ha convertido en algo más que la guardia pretoriana del Ayatolá Ali Jamenei con el que mantienen una relación simbiótica. Son la espina dorsal del régimen con un poder enorme: coercitivo a través de la fuerza militar, retributivo a través de empresas que representan hasta el 10% de la economía iraní, y persuasivo mediante el control de numerosos medios de comunicación.
El Consejo de los Guardianes, por su parte, puede vetar los candidatos moderados y reformistas al Parlamento y a la Asamblea de Expertos. Su presidente, el Ayatolá Ahmad Jannati, un patriarca en el cargo desde 1980, ya ha anunciado que no permitirá a los reformistas, a los que tacha de traidores, hacerse con el control de la Asamblea de Expertos o del “Majlis” en febrero de 2016.
José Luis Masegosa Carrillo
@lamiradaoriente @joseluismase
Now that’s sueltb! Great to hear from you.
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