Victoria soberanista en Taiwán a pesar de China.

Lai Ching-te del soberanista Partido Democrático Progresista ha ganado las elecciones presidencias de Taiwán con el 40% de apoyo popular, al menos 5 puntos por encima de los pronósticos de las encuestas. Los soberanistas logran un resultado histórico, consiguiendo un tercer mandato presidencial consecutivo.

Es un resultado indeseado por el régimen comunista chino y Xi Jinping que consideran al presidente electo como un radical peligroso y han empleado todos los medios a su alcance, en particular, la desinformación y la guerra psicológica para prevenir la victoria del candidato soberanista. El régimen comunista considera Taiwán una provincia rebelde y ha proclamado sus intención de reunificar la isla con la China continental antes de 2049, si es preciso por la fuerza

No obstante, hubiera sido peor si los soberanistas hubieran conservado la mayoría parlamentaria. Pekín podrá consolarse con los resultados de la elección de los 113 diputados del Yuan, la asamblea unicameral de Taiwán en la que el Partido Democrático Progresista ha perdido la mayoría parlamentaria que tenía desde 2016. Los resultados provisionales dejan a los soberanistas lejos de la mayoría parlamentaria de 57 diputados e incluso habrían dejado de ser la primera fuerza parlamentaria a expensas del Kuomintang que ha incrementado su grupo parlamentario bastante. El Partido del Pueblo Taiwanés de Ko Wen-te, que también ha subido, sería el árbitro.

Por tanto, será un gobierno de los soberanistas sin mayoría parlamentaria, algo más débil que el de los últimos ocho años en el que un mismo partido, el Partido Democrático Progresista, ha controlado desde 2016 Presidencia y Parlamento.

Una declaración de independencia, a raíz de la victoria holgada de Lai Ching-te en las presidenciales, desencadenaría con casi total seguridad una intervención militar china, en cumplimiento de una Ley anti-secesión de 2005. Este es un escenario poco probable porque el PDP y su candidato han moderado su discurso soberanista en los últimos años y ven innecesaria dicha declaración, y porque los votantes, al arrebatarle la mayoría parlamentaria, han mandado una indicación de moderación al soberanismo -el mantenimiento del status quo es la opción mayoritariamente preferida de la opinión pública taiwanesa frente a las alternativas de la independencia o de la reunificación con China-.

En cualquier caso, la victoria soberanista anticipa volatilidad e inestabilidad en el estrecho de Taiwán. China mantendrá y probablemente aumentará la presión sobre Taiwán con nuevas maniobras militares en las inmediaciones de la isla para advertir a Lai Ching-te contra cualquier veleidad independentista y mostrar la determinación de sus intenciones a su parroquia nacionalista. También recurrirá a las sanciones económicas limitando el comercio con la isla (China es su principal socio comercial, de ella depende el 34% del comercio taiwanés).

En un contexto cada vez más militarizado, un “accidente” fruto de un error de cálculo de cualquiera de las partes, podría precipitar el conflicto militar. Muy oportunamente hace una semana Estados Unidos, el principal valedor del statu quo y de Taiwán, y China reanudaron los contactos militares (suspendidos hace dos años) entre altos mandos para mejorar la comunicación y gestión de crisis y de un “accidente”. Para Estados Unidos, Taiwán es un peón que sirve como instrumento de presión estratégica en su competición con China, pero al mismo tiempo no querría ver una escalada de la tensión en la región, que se sumaría a la guerra de Ucrania y a la guerra de Gaza, a mayor abundamiento, en un año de elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Europa también tiene razones para estar satisfecha con esta victoria limitada del soberanismo, porque encaja con su política de mantenimiento del statu quo en el estrecho de Taiwán.

Según Bloomberg, un conflicto militar en el estrecho de Taiwán podría provocar una caída de hasta el 10% del PIB mundial.

@lamiradaaoriente  

Por La mirada a Oriente

Me interesa entender qué ocurre fuera de nuestras fronteras, analizar por qué ocurre y proyectar escenarios sobre qué puede pasar. Mi formación es multidisciplinar. Tengo un Grado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad de Londres - London School of Economics and Political Science. También soy licenciado en Derecho y Master en Estudios Europeos por el Colegio de Europa. Desde 2008 pertenezco al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y trabajo para la Administración General del Estado. Anteriormente trabajé más de ocho años en la OSCE, la Asamblea de la OTAN y varias misiones de Naciones Unidas, principalmente en los Balcanes y alguna en África.

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