En el cuarto día de la ofensiva rusa en Ucrania, el ejército ruso avanza más lentamente de lo esperado, fundamentalmente por dos razones: por una parte, los fallos de los planes rusos, los problemas de coordinación en la ejecución de operaciones y, por otra, el ejército ucraniano, a pesar de ser inferior en número, armamento y experiencia, está oponiendo una resistencia feroz, bajo el liderazgo del presidente Zelensky (Revista Ejércitos y Institute for the Study of War). Cada día que pasa sin que los rusos tomen Kiev es una victoria para Ucrania.
Después de fracasar en su intento de vencer al ejército ucraniano y torpedear al gobierno ucraniano en las primeras 48-72 horas, el presidente Vladimir Putin ha emprendido un camino algo errático: al tiempo que llama a los militares ucranianos a dar un golpe de Estado contra Zelensky, invita a ese mismo gobierno a negociar, y en las últimas horas, ha puesto en alerta a las fuerzas nucleares de Rusia, escalando la tensión entre Rusia y Occidente. Probablemente esta retórica nuclear del líder ruso no deja de ser una muestra de debilidad, una indicación de que las fuerzas convencionales no son suficientes para acabar con Ucrania, pero no deja de ser preocupante este aviso a la OTAN que muestra la importancia “emocional” (más que racional) que el líder ruso concede a subyugar a Ucrania.
Aunque sea una expresión muy manida, no deja de ser cierta. En esta crisis, no solamente se dirime la suerte del pueblo ucraniano. Con sus acciones y amenazas Vladimir Putin está comprometiendo gravemente la seguridad y la estabilidad en Europa, la mayor amenaza desde la Guerra Fría. Su ejército ha invadido un país independiente que tiene frontera con cuatro países de la OTAN-UE (Rumanía, Hungría, Eslovaquia y Polonia); y su Gobierno ha amenazado a Finlandia y Suecia, países miembros de la UE, si solicitan la adhesión a la OTAN. El Gobierno ruso también ha anticipado consecuencias devastadoras (sugiere la utilización de armas nucleares) para aquellos que interfieran en la guerra en Ucrania. Lógicamente, Polonia, los países bálticos y toda Europa del Este se sienten amenazados, todos países UE y miembros de la OTAN. Ya no podemos subestimar a Vladimir Putin cuando expresa sus intenciones imperialistas.
A medio – largo plazo nos jugamos la credibilidad y viabilidad del proyecto europeo entendido como esfuerzo colectivo de convivencia pacífica, solidaridad y unión de los pueblos europeos que han decidido de forma soberana ligar su destino y dejar atrás las diferencias del pasado. Desde su origen en la Europa de la posguerra, con la fundación de las Comunidades Europeas por parte de seis países que combatieron en lados opuestos en la II Guerra Mundial, la Unión Europea ha tenido siempre las puertas abiertas a los países europeos, ha sido un empeño destinado a proyectar estabilidad y prosperidad en los países que se han ido incorporando hasta conformar un club de 27 estados miembros.
Si se sale con la suya en Ucrania ¿hasta dónde llegará? Ya se fue de rositas en 2014 con la anexión de Crimea y antes en 2008 con la invasión rusa de Abjasia y Osetia del Norte, que se separaron de Georgia. Nos enfrentamos a desafíos similares en 1938, salvando las diferencias, no siempre con la determinación que requería la situación. Se hicieron trampas al solitario, intentaron apaciguar a la bestia, sin resultado alguno.
Ha llegado el momento de frenar a Vladimir Putin, hoy mejor que mañana. No podemos permitir que sojuzgue a los ucranianos, debemos forzar a Vladimir Putin a retirar su ejército de Ucrania con todos los medios a nuestro alcance, y así conseguir el respeto a la legalidad internacional que prohíbe el cambio de las fronteras por la fuerza. La Unión Europea, junto con la OTAN, Estados Unidos y el Reino Unido, han comprendido bien la trascendencia del momento, y están liderando la respuesta internacional.
Aquí van algunas consideraciones sobre el camino que debemos andar, norteamericanos y europeos de la mano, no exento de dificultades. Anticipo que algunas de las medidas que se apuntan ya se están poniendo en marcha:
- En el plano diplomático, liderar la respuesta de la comunidad internacional en la Asamblea General de la ONU, donde Rusia no tiene derecho de veto, y en cada organización internacional en la que estemos, para lograr una condena lo más amplia posible de la agresión rusa a Ucrania con el fin de aislar a la Federación Rusa en la escena internacional.
- Visto lo visto, desconfiemos de toda promesa de negociación del presidente Vladimir Putin. Espía de profesión juega continuamente a la confusión y al engaño. No se puede negociar con él desde una posición de debilidad, si estamos en esa posición ganemos tiempo. Una política de apaciguamiento solo envalentonará a Putin aún más. En este sentido, aunque entiendo la postura del presidente Zelensky de enviar una delegación a negociar con los rusos a la frontera con Bielorrusia en las próximas horas, la llamada rusa a la negociación podría ser un intento de Vladimir Putin de desviar la atención de los esfuerzos que está realizando el Estado Mayor ruso para prepararse para una guerra larga (movimiento de tropas y medios adicionales al frente, reordenamiento de la logística de la operación), una vez que ha fracasado el plan inicial de acabar con el ejército y el gobierno ucraniano en las primeras 72 horas de la campaña.
- En el terreno económico, debemos adoptar las sanciones más contundentes posibles incluyendo la expulsión total de Rusia de SWIFT, sanciones a todos los bancos rusos, prohibición de venta de tecnología para la industria de defensa rusa, y limitación de movimientos y de acceso a activos a los oligarcas rusos cercanos a Vladimir Putin. Las sanciones necesitarán tiempo para tener un impacto grave en Rusia, entre otras cosas, porque Rusia ha blindado parcialmente su economía después de 2014, mediante una acumulación de reservas de oro y moneda extranjera sin precedentes, los sistemas alternativos de pagos propios y ajenos (China), y la diversificación de socios comerciales.
- En el ámbito político, los líderes europeos y norteamericanos deben preparar a sus poblaciones para asumir el coste que tendrán las sanciones para nuestras economías, los sacrificios que ojalá que no sean necesarios pero que podríamos tener que hacer si Putin va a mayores, y, en todo caso, la necesidad imperiosa de frenar a Vladimir Putin ahora para impedir que se envalentone todavía más y actúe con más libertad más adelante comprometiendo todavía más la estabilidad y seguridad en Europa.
- En el plano militar, si los ucranianos desean resistir la invasión y ocupación rusa, algo evidente como estamos viendo estos días, siendo conscientes que asumen la carga principal de la lucha, debemos ayudarles con todos los medios a nuestro alcance (armamento, inteligencia, ayuda económica) para infligir el mayor coste posible a las fuerzas rusas. Incluso si el ejército ucraniano fuese derrotado, eso no significa que Rusia gane la guerra; no será fácil ocupar un país de 44 millones de habitantes, algo más grande que Francia, contra la voluntad de su población. Un movimiento insurgente es alto probable. De momento, la resistencia en las ciudades, la guerra urbana, se antoja como un obstáculo difícil para el avance ruso.
- La OTAN debe acelerar el despliegue de su fuerza de respuesta rápida en el flanco oriental según lo acordado en la cumbre de la Alianza Atlántica del viernes con el fin de dejar claro a Vladimir Putin que la OTAN su línea roja, la defensa de cada metro de territorio de sus países miembros. El anuncio realizado por Vladimir Putin poniendo en alerta las fuerzas nucleares rusas deja en evidencia la política seguida hasta ahora por Estados Unidos y los aliados auto-limitando explícitamente una intervención militar en Ucrania, frente a un líder que baraja todo tipo de alternativas incluyendo el uso de armas nucleares.
- En el terreno humanitario, la Unión Europea debe desarrollar una política de brazos abiertos para todos aquellos ucranianos que huyen de los combates.
- En el plano mediático, Occidente debe explicar al pueblo ruso que la invasión de Ucrania es una guerra de elección para Putin y una guerra de necesidad para el pueblo ucraniano que defiende su libertad. Es una guerra de necesidad para Occidente que se siente amenazado por la agresividad rusa. Hay buenas razones para pensar que la opinión pública rusa duda de la guerra emprendida por Putin y, a pesar de que la opinión de la ciudadanía importa más bien poco al Kremlin, la presión popular podría aumentar contra la guerra a medida que vayan llegando noticias de las bajas que sufre el ejército ruso.
- La crisis ucraniana es un problema fundamentalmente europeo, por proximidad, y la Unión Europea debe asumir una buena parte de la carga en su solución, no solamente en el plano económico y humanitario sino también en el militar. Alemania hoy nos muestra el camino con la decisión de elevar el gasto militar por encima del 2%. No olvidemos que la región de Asia-Pacífico constituye la prioridad estratégica de Estados Unidos desde hace tiempo. Si queremos asegurar el compromiso de Estados Unidos con la seguridad y estabilidad en Europa debemos aportar más a nuestra defensa. La UE también ha aprobado hoy el suministro de armas a Ucrania (una decisión sin precedentes), con quién la UE firmó en 2017 un acuerdo de asociación para estrechar los vínculos políticos y económicos, una etapa previa al proceso de adhesión.
- En el plano geopolítico, Estados Unidos y la Unión Europea deberían recomponer las relaciones con China e intentar priva a Vladimir Putin del apoyo de China, persiguiendo cortocircuitar el surgimiento de una alianza más profunda entre China y Rusia. El gigante asiático proporciona a Rusia apoyo político en los foros internacionales, económico como destino alternativo a las exportaciones rusas, financiero en forma de inversiones, sistema de pago alternativo o fórmulas para esquivar las sanciones occidentales. Proporciona a Rusia la confianza necesaria para que esta haya trasladado sistemas de armas desde el Lejano Oriente hasta Ucrania. De momento, la dimensión y brutalidad de la invasión rusa de Ucrania está empezando a incomodar a las autoridades chinas, que han dejado a Rusia sola en su oposición a una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condenando la agresión rusa. En el largo plazo el ascenso tranquilo de China exige estabilidad internacional y mercados abiertos para su desarrollo económico y tecnológico, que ha sido y sigue siendo el factor catalizador principal de su éxito en las últimas cuatro décadas. El orden internacional liberal no le ha ido tan mal a China, al mismo tiempo es probable que haya llegado el momento de acomodar algunas de las reivindicaciones legítimas de China para reformar las instituciones mundiales y reflejar mejor el peso del gigante asiático en las relaciones internacionales. Urge un Kissinger reverse con China.
- Occidente debe dejar de ir a rebufo de Vladimir Putin y arrebatarle la iniciativa, para obligarle a recalcular costes y opciones, para que no pueda elegir con total libertad los tiempos de sus movimientos. Debe mantenerse firme en sus posturas, mantener la presión, aprovechar las vulnerabilidades de la posición rusa (la debilidad de su economía; la incomodidad que la ofensiva rusa suscita en China, su apoyo principal; la resistencia del pueblo ucraniano a la ocupación de su territorio).
- Y por último, debemos mantenernos unidos, necesitamos reforzar la unidad de acción dentro de la Unión Europea y con nuestros socios anglosajones en el seno de la OTAN. La Unión Europea, a pesar de unos inicios un tanto tímidos, ha sabido reconducir la situación y está mostrándose unida y resuelta en su respuesta a la agresión rusa a Ucrania, un país asociado desde 2017. Al mismo tiempo, la administración Biden, en consulta permanente con los europeos, ha coordinado bien la respuesta occidental. Durante años Rusia ha pretendido debilitar internamente a las democracias liberales (siendo sus actuaciones en las elecciones presidenciales de 2016 en EE.UU la más conocida pero no la única) y sembrar cizaña entre países aliados. La unión de europeos y norteamericanos de por sí representa un fracaso para Vladimir Putin.
En Ucrania, europeos y norteamericanos estamos en el lado bueno de la historia. Defendemos una democracia joven, la libertad, el derecho de un pueblo a decidir su futuro, esas son las aspiraciones de los ucranianos que les llevaron a querer unirse al club de las democracias liberales, las mismas aspiraciones que han propiciado la intervención rusa para frustrar la voluntad del pueblo ucraniano. No podemos fallar a los ucranianos y tampoco a nosotros mismos.
@joseluismase @lamiradaaoriente